martes, 30 de junio de 2009

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

Arzobispado de México

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

INTRODUCCIÓN

Los textos bíblicos que nos narran la institución de la Eucaristía nos dicen que Jesús, en la Ultima Cena, realizó tres gestos o acciones: Primero, tomó el pan y tomó el cáliz con vino. Después pronunció la Bendición o Himno de Acción de gracias. Y finalmente, partió el pan para entregárselo y pasó a los apóstoles el cáliz, convertido ya en su sangre. Una vez realizados estos gestos manda a los apóstoles que repitan esto en conmemoración y recuerdo suyo.

Cuando la Iglesia quiso realizar este mandato, ritualizó estos tres gestos que, aunque con diversos nombres, han constituido la esencia de la celebración eucarística durante veintiún siglos.

El Misal, llamado de Pablo VI, nos presenta el siguiente esquema de la liturgia eucarística, en la Instrucción General del Misal Romano (= IGMR):

«En la Última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y banquete pascual, por el que se hace continuamente presente en la Iglesia el sacrificio de la cruz, cuando el sacerdote, que representa a Cristo el Señor, lleva a cabo lo que el Señor mismo realizó y confió a sus discípulos para que lo hicieran en memoria suya.

Cristo tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen, coman, beban; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Hagan esto en conmemoración mía”. De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la Liturgia eucarística según estas mismas partes que corresponden a las palabras y acciones de Cristo. Ya que:

1. En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

2. En la Plegaria eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

3. Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aun siendo muchos, reciben de un solo pan el Cuerpo y de un solo cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo» (IGMR 72).

MISAL ROMANO de Pablo VI


ÚLTIMA CENA

A. Preparación de los dones


Tomar el pan y preparar la copa de vino

B. Plegaria eucarística


Lo bendijo y dadas las gracias

C. Fracción del pan y Comunión


Lo partió y se lo dio

Es el modo como la Iglesia pretende hoy, como ayer, seguir cumpliendo el mandato del Señor: “haced esto en memoria mía”.

En esta catequesis hablaremos solamente de la Plegaria eucarística, ya que siendo la parte central de la Misa sin embargo es la menos comprendida por los fieles y, en ocasiones, por el mismo presidente de la celebración.

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

1. ¿QUÉ ES LA PLEGARIA EUCARÍSTICA?

La Plegaria eucarística es el centro y el culmen de toda la celebración; es una oración de acción de gracias y de santificación. El sentido de esta oración es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la oblación del sacrificio (Cf. IGMR 78).

La mayoría de los católicos han tomado conciencia desde los inicios, que durante la Plegaria eucarística el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Sin embargo, de lo que muchos católicos no han tomado conciencia es de que la Plegaria Eucarística es más que la adoración a Cristo que se hace presente en medio de nosotros.

La Iglesia nos dice que la liturgia (y la Misa es el punto culminante y el corazón de la liturgia) es la acción de Cristo Sacerdote y su Cuerpo que es la Iglesia. En la celebración de la Misa, durante la Plegaria eucarística, no sólo Cristo se hace presente, en su cuerpo y sangre, alma y divinidad, bajo las formas del pan y del vino, sino que también la acción salvadora de Cristo, su pasión, muerte y resurrección se realiza nuevamente y es ofrecida al Padre por el mismo Cristo en la persona del sacerdote y de todos los presentes.

“¡Ésta es una verdad de enorme trascendencia! Esta acción de Cristo que nos trajo la redención del pecado y de la muerte eterna, ofrecida una vez y por todos en el Calvario se realiza de nuevo, para nosotros aquí y ahora, en este tiempo y lugar, de modo que nos podarnos unir a la ofrenda perfecta de Cristo y podamos nosotros mismos participar en su culto perfecto.

Lean cuidadosamente cualquiera de las Plegarias eucarísticas. Se darán cuenta de que la oración es dirigida no a Cristo sino al Padre: “Padre, eres verdaderamente santo...”; “Padre, estas ofrendas te las presentamos...”; “Padre, te rogamos...”. Es un culto ofrecido al Padre por Cristo tal como lo fue en el momento de su pasión, muerte y resurrección, pero ahora es ofrecido por medio del sacerdote que actúa en la persona de Cristo y es, asimismo, ofrecida por todos nosotros que formamos parte del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Esta es la acción del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, en la Misa.

Cuando el sacerdote eleva esta plegaria, dice: “te ofrecemos estos dones"; “te pedimos”; “te ofrecemos”. Este “nosotros” significa que todos los bautizados que están presentes en esta celebración Eucarística hacen este ofrecimiento en unión con Cristo, rezan esta plegaria en unión con Él y lo que es más importante aún, no ofrecemos solo a Cristo al Padre, sino que estamos llamados a ofrecemos a nosotros mismos, nuestras vidas, nuestros esfuerzos individuales, para asemejamos aún más a Cristo y ofrecer nuestros aportes, como comunidad de creyentes, para difundir la Palabra de Dios y servir al pueblo de Dios, al Padre, en unión con Cristo, a través de las manos del sacerdote. Lo más maravilloso de todo es que a pesar de que nuestra ofrenda en sí misma sea imperfecta, uniéndose con la de Cristo se transforma en una alabanza y acción de gracias perfecta al Padre.

También durante la Plegaria eucarística en la Misa, tenemos mucho más que hacer que simplemente esperar el momento de la consagración, y quedarnos allí pasivamente, mientras continúa la oración del sacerdote. Notemos que antes de la consagración nos unimos a la oración de alabanza y acción de gracias al Padre, conocida como el Prefacio, y afirmamos esa alabanza y acción de gracias con nuestro canto a quien es tres veces Santo. Después de la consagración, nos unimos todos en la Aclamación Memorial que proclama nuestra fe común en la presencia real de Cristo y expresa nuestra gratitud a Cristo por su maravilloso regalo de salvación. Más aún, nuestra plegaria cambia su sentido y somos invitados a ofrecer a Cristo y a nosotros mismos, con Cristo, al Padre: “Te ofrecemos, Padre, este sacrificio vivo y santo...” Somos invitados a orar junto con el sacerdote por nosotros que “alimentados por su Cuerpo y por su Sangre, seamos colmados del Espíritu Santo” y seamos un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo; luego, unimos nuestras plegarias a las de Santa María Virgen y todos los santos intercediendo por nuestro Santo Padre, el Papa, nuestros obispos y el clero y todo el pueblo de Dios, vivos y difuntos. Al concluir la Plegaria eucarística, el sacerdote resume todo lo ocurrido previamente: “Por Cristo, con Él (Cristo) y en Él (Cristo) a Ti Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos”. Nosotros, que somos privilegiados de poder hacer nuestro propio ofrecimiento, por, con y en Cristo, respondemos con la aclamación más importante de la Misa, que es el gran AMEN, con el cual profesamos que la acción de Cristo es también nuestra acción.

2. ELEMENTOS DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

La IGMR, en el n. 79, nos presenta los principales elementos de que consta la Plegaria eucarística:

a) Acción de gracias (que se expresa sobre todo en el Prefacio): en la que el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, de la festividad o del tiempo litúrgico (IGMR 79a).

El Prefacio es un himno de acción de gracias al Padre por habernos dado a Jesucristo, su Hijo amado. El motivo de esta acción de gracias se desarrolla en cada Prefacio: como Jesucristo es autor y síntesis de toda la salvación (“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo...” (Hbr 1, 1-2), cada fórmula motiva la acción de gracias de la Asamblea según el tiempo litúrgico o las circunstancias de la celebración. A veces se agradecerá por Jesucristo nacido por nuestra salvación; otras por Cristo Resucitado, nuestra Pascua; otras porque en El brilla la esperanza de nuestra resurrección personal.

b) Aclamación: con la que toda la asamblea, uniéndose a las potestades celestiales, canta el Santo. Esta aclamación, que constituye una parte de la Plegaria eucarística, la pronuncia todo el pueblo con el sacerdote (IGMR 79b).
Ante la salvación que se anuncia y se realiza, la Asamblea canta el Santo, palabra que es la expresión y el reconocimiento que el creyente hace de la grandeza y santidad de Dios.

c) Epíclesis: con la que la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora el poder del Espíritu Santo para que los dones que han ofrecido los hombres, sean consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión se para salvación de quienes la reciban (IGMR 79c).

Esta invocación va siempre acompañada de un gesto epiclético, la imposición de las manos que el sacerdote extiende sobre las ofrendas.

d) Narración de la institución y consagración: mediante las palabras y acciones de Cristo se lleva a cabo el sacrificio que Cristo mismo instituyó en la Última Cena, cuando bajo las especies de pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo dio a los Apóstoles en forma de alimento y bebida, y les dejó el mandato de perpetuar este mismo misterio (IGMR 79d).

El relato de la institución de la Eucaristía dentro de la Plegaria, tiene la función de explicitar las palabras del Señor y su relación con el mandato por El dejado. Expresa el paso del memorial de la salvación pretérita a la realidad de la salvación presente, que realiza la Iglesia sacramentalmente: se repite el gesto, y con él el misterio de la muerte y resurrección, centro del Misterio Pascual y garantía de nuestra futura participación en él.

La estructura de esta parte de la Plegaria eucarística es como sigue:

* Introducción: Se trata de la expresión que sirve para introducir el relato y que lo enlaza con el contexto anterior. Siempre contiene una referencia a la inminente pasión de Cristo (“El cual, la víspera de su Pasión”, PE I; “El cual, cuando iba a ser entregado”, PE II; “Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado” PE III; -Porque él mismo, llegada la hora en que había de ser glorificado”, PE IV); pero no es un elemento de naturaleza cronológica solamente, sino que nos quiere dar a entender que lo sucedido en la Cena tiene una referencia directa con la cruz de Cristo: es su memorial sacramental, y además refiere la reunión de Cristo con sus discípulos en la cena pascual.

* Palabras y acciones rituales: Los textos presentan con intensidad los gestos de Jesús: tomar el pan (o el cáliz); dar gracias; pronunciar la bendición y dar a los discípulos. El sacerdote repite las palabras que describen las acciones del Señor con pequeñas variantes según los esquemas de las Plegarias. En cambio, las palabras de consagración (“Tomad y comed”, “Tomad y bebed”) son las mismas en todas las Plegarias eucarísticas.

En cuanto a las palabras de consagración del vino, nuestra tercera edición del Misal Romano traerá una variante. La Santa Sede ha establecido que la frase “pro multis” del texto latino debe ser traducida como “por muchos” en todas las nuevas traducciones de las plegarias eucarísticas.

Aunque “por muchos” es la traducción literal de la frase latina, la traducción utilizada en México después del Concilio Vaticano II, es la frase “por todos”.

La traducción del pro multis ha sido siempre objeto de controversia porque involucra serias implicaciones teológicas. La frase se pronuncia cuando el sacerdote consagra el vino, diciendo (en la corriente traducción en uso)

... que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados.

La versión latina del Misal, que establece la norma de la liturgia romana, dice:

Qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem peccatorum.
(Que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados).

Los críticos de la traducción en curso han argumentado desde que apareció que traducir “pro multis” como “por todos” no solo distorsiona el texto latino original, sino que connota que todos los hombres se salvarán, no importa cuál sea su relación con Cristo y con su Iglesia. La traducción más natural es “por muchos”, la cual mucho más exactamente sugiere que mientras que los dolores redentores de Cristo hacen la salvación algo accesible a todos, de allí no se entiende que todos se hayan de salvar.

El Cardenal Arinze, en la carta que dirige a los presidentes de las conferencias episcopales explica las razones de la decisión vaticana.

* Los Evangelios Sinópticos (Mt 26, 28; Mc 14, 24) hacen una referencia específica a “muchos” por los cuales el Señor está ofreciendo el Sacrificio, y estas palabras han sido remarcadas por algunos eruditos bíblicos relacionándolas con las palabras del profeta Isaías (53, 11-12). Sería completamente posible que los Evangelios hubiesen dicho “por todos” (por ejemplo, Cf. Le 12, 41); pero, la fórmula de la narración de la institución dice “por muchos”, y estas palabras han sido fielmente traducidas por la mayoría de las versiones bíblicas modernas.

* El Rito Romano en latín siempre ha dicho por muchos y nunca por todos en la consagración del cáliz.

* Las anáforas de los distintos ritos orientales, sea el griego, el siríaco, el armenio, el eslavo, etc. contienen fórmulas verbales equivalentes al latín “pro multis” en sus respectivos idiomas.

* “Por muchos” es una traducción fiel de “pro multis” en tanto que “por todos” es más bien una explicación más adecuada a la catequesis.

* La expresión “por muchos”, mientras permanece abierta a la inclusión de cada uno de los seres humanos, refleja, además el hecho de que esta salvación no es algo mecánico, sin el deseo o la participación voluntaria de cada uno. El creyente es invitado a aceptar por la fe el don que le es ofrecido y a recibir la vida sobrenatural que le dada a los que participan del misterio, viviéndolo como lo viven aquellos que están en el número de los “muchos” a los que se refiere el texto.

e) Anamnesis: con la que la Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo (IGMR 79e).

La anamnesis del Misterio Pascual y el ofrecimiento al Padre de la víctima sacrificial, es otro de los elementos esenciales Se recuerda la Muerte, Resurrección y Ascensión de Cristo, no como una evocación fría de hechos pasados, sino como memorial viviente, realizado en el aquí y ahora de la Asamblea. La Eucaristía celebra y re-presenta (hace presente de nuevo) la fuerza salvadora de esos hechos que nos alcanzaron la reconciliación con Dios. Y por esa razón el sacerdote, en nombre de y representando a todo el pueblo sacerdotal, lo ofrece al Padre como oblación agradable a Él y salvadora para los hombres.

f) Oblación: con la que la Iglesia, sobre todo la reunida aquí y ahora, ofrecen en este memorial al Padre en el Espíritu Santo, la víctima inmaculada. La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos, y que de día en día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios lo sea todo en todos (IGMR 79f).

Después de la consagración hay una segunda epíclesis o invocación: se implora de nuevo la presencia del Espíritu Santo para que por una parte haga grata al Padre la ofrenda de la Víctima y por otra, la acción del Espíritu aúne en una sola familia de hermanos a todos los que se alimentan de esta misma Víctima.

g) Intercesiones: con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros vivos y difuntos, miembros que han sido todos llamados a la participación de la salvación y redención adquiridas por el Cuerpo y la Sangre de Cristo (IGMR 79g).

La Eucaristía se ofrece por toda la Iglesia. Por eso en la Plegaria eucarística hay una intercesión explícita por todos ellos: el Papa, el Obispo, la jerarquía, los oferentes, los que están reunidos, los ausentes, los difuntos. Se pide que a todos ellos alcance la salvación de Cristo que la Eucaristía representa y actualiza.
h) Doxología final: con ella se expresa la glorificación de Dios; se concluye y confirma con la aclamación del pueblo: Amén (IGMR 79h).

La doxología final es la bendición trinitaria que corona la Plegaria eucarística. La Asamblea rubrica y asiente con su Amén esta glorificación y toda la acción realizada en la Plegaria eucarística.

3. PARTICIPACIÓN DE LA ASAMBLEA EN LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

La Plegaria eucarística es una oración típicamente presidencial, y por tanto la Asamblea no debe recitarla ni en todo ni en parte. Es el presidente de la Asamblea quien debe proclamarla, asumiendo la persona de Cristo Sacerdote y Mediador (Cf. IGMR 147: RS 52)

La Asamblea debe participar asumiendo algunas formas concretas que aquí señalamos:

Las aclamaciones. Están previstas tres aclamaciones de la Asamblea en la Plegaria eucarística: el Santo, la que se recita después de la Consagración y el Amén final. En la liturgia las aclamaciones pretenden ser expresiones breves y concisas que manifiestan alegremente la fe y el entusiasmo de la comunidad ante las manifestaciones sacramentales del Señor. El Santo, complemento de la acción de gracias del Prefacio, es un canto de alabanza a Dios por Jesucristo, tu Hijo amado. Las fórmulas de aclamación después de la Consagración subrayan la idea de los diversos tiempos de la Historia de la Salvación, cuyo memorial se hace presente aquí y ahora con su fuerza salvadora; es anuncio y anticipo de lo que obtendremos el día final, el día del triunfo definitivo de Cristo. La palabra Amén es una aclamación que significa mucho más que "Así sea". Amén es una ratificación de lo que se sabe cierto, es publicar una seguridad, sirve para expresar la fe o una convicción. "Amén es la firma que ponemos a un documento", dice san Agustín: por el Amén hacemos nuestro el contenido de lo que firmamos.

Otra forma de participación de la Asamblea es el silencio sagrado: "La Plegaria eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y en silencio" (IGMR 78). No se trata de un silencio de pasividad o inactividad, sino de oración. La plegaria de la Asamblea deberá expresar los sentimientos y contenidos propios de la Plegaria eucarística. Primero, dar gracias a Dios Padre por la salvación de Jesucristo que se celebra en estos signos. No se trata de cualquier agradecimiento; hay que centrarlo en el regalo más grande que El nos ha entregado. Aunque este sentimiento de gratitud se puede realizar en toda la Plegaria se centra especialmente en el Prefacio.

En segundo lugar es necesario alabar. La alabanza es el sentimiento de admiración del creyente ante la manifestación del Dios que lo salva. Se acentúa esta alabanza en el canto del Santo y en la aclamación después de la Consagración.

Finalmente hay un tercer sentimiento que la Asamblea debe rezar: el ofrecimiento. Cristo se hace presente y renueva el Sacrificio que perdona pecados y nos reconcilia con Dios. Después de la Consagración, en la anamnesis, se realiza e auténtico ofertorio, donde el pueblo sacerdotal ofrece al Padre Dios lo más agradable a sus ojos, su propio Hijo inmolado por nuestra salvación.

A estos tres contenidos esenciales, se debería añadir el de la petición que se centra en las oraciones de intercesión por la Iglesia y por los difuntos, como igualmente en la conmemoración de los Santos del cielo. Para llegar a una participación ideal de los fieles en esta parte de la Misa.

c) Otra forma de participación que se debería rescatar es la de las posturas corporales. Dentro de la liturgia, éstas tienen una doble finalidad: expresan un sentimiento religioso y, por otra parte, fomentan y estimulan esos mismos sentimientos (IGMR 42).

Conclusión, nuestra participación en la Plegaria eucarística consiste en:

o Unir nuestras vidas al sacrificio de Cristo.
o Responder con firmeza el Santo, la aclamación memorial y el gran Amén.
o Dar en unidad una completa atención a nuestra postura corporal.

miércoles, 17 de junio de 2009

ORACIÓN POR EL AÑO SACERDOTAL


Jesús, Buen Pastor,
que has querido guiar a tu pueblo
mediante el ministerio de los sacerdotes:
¡gracias por este regalo para tu Iglesia y para el mundo!

Te pedimos por quienes has llamado a ser tus ministros:
cuídalos y concédeles el ser fieles.
Que sepan estar en medio y delante de tu pueblo,
siguiendo tus huellas e irradiando tus mismos sentimientos.

Te rogamos por quienes se están preparando
para servir como pastores:
que sean disponibles y generosos
para dejarse moldear según tu corazón.

Te pedimos por los jóvenes a quienes también hoy llamas:
que sepan escucharte y tengan el coraje de responderte,
que no sean indiferentes a tu mirada tierna y comprometedora,
que te descubran como el verdadero Tesoro
y estén dispuestos a dar la vida "hasta el extremo".

Te lo pedimos junto con María, nuestra Madre de Luján,
y San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars,
en este Año Sacerdotal. Amén.

miércoles, 10 de junio de 2009

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA


La Plegaria Eucarística es el momento central de la celebración eucarística. En ella vamos siendo introducidos paulatinamente en el misterio.
Se configura como expresión entre el pueblo salvado y el Dios de la Alianza, como oración de gracias y de alabanza. Hace memoria del Amor de Dios por su Pueblo. Cristo, anunciado en la Palabra se hace realmente presente, continuando el misterio de la encarnación. La Palabra anunciada es la Palabra presente.

Consta de los siguientes elementos:

- La acción de gracias del Prefacio
- La aclamación del Sanctus
- La epíclesis o invocación al Padre para que envíe al Espíritu Santo
- El relato de la institución y la consagración
- La anámnesis o memorial
- Las intercesiones
- La doxología final

El Sacerdote en nombre de toda la Iglesia se dirige al Padre para que envíe su Espíritu y se realice una vez más la ofrenda del Hijo, que enviado por el Padre vuelve al Padre acompañado por su pueblo santo. "Orad hermanos para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios Padre todopoderoso" "El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia"

La plegaria comienza propiamente con el prefacio, que se inicia con un hermoso diálogo entre el Sacerdote y el pueblo: "el Señor esté con ustedes, y con tu espíritu"....... Luego sigue el canto de alabanza y adoración que termina en el Sanctus.

La PLegaria Eucarística tiene diversas formas que son el fruto de distintas tradiciones. En la liturgia latina, encontramos la PLegaria Eucarística I, llamada canon romano, la II, la III y la IV. La V, nació del Sínodo Suizo y tiene cuatro formas. A ellas debemos agregar las tres para las Misas con participación de niños y dos de la reconciliación.

El canon romano está atestiguado en sus partes más antiguas por San Ambrosio en el De Sacramentis y ha sufrido en los siglos sucesivos una serie de intregraciones y de modificaciones que deformaron la estructura original. Tiene un lenguaje solemne y hierático que muestra una rica teología del ofrecimiento y la temática del sacrificio encuentra en algunas referencias bíblicas acentos de una gran variedad doctrinal. El esquema es complejo, muy diverso del de la tradición oriental.
Este canon fue el único que se utilizó hasta 1968. Después del Concilio se recuperaron las que fueron llamadas "nuevas plegarias".
La Plegaria II asume como fuente la Traditio Apostólica de Hipólito. El texto antiguo ha sido modificado y repensado de tal modo que ahora la plegaria aparece como una creación nueva. Entre las integraciones la más notable es la de la epíclesis de consagración "Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu". Tiene una connotación cristológica. La celebración eucarística no es memoria de un acontecimiento más de la historia de la salvación, ni de uno de los múltiples misterios de Cristo, sino de la Pascua.
La Plegaria III, es más difícil de analizar. Tiene una estructura trinitaria.

domingo, 7 de junio de 2009

SANTISIMA TRINIDAD

Cuando hablamos de la Trinidad es poco lo que podemos decir, porque es el Misterio de los Misterios, o mejor, es el Misterio que encierra a todos los Misterios y los explica.
Una forma de abordar el tema en una homilía sería desde la enseñanza teológica, que partiendo de conceptos filosóficos nos dice que Dios es una naturaleza única en tres Personas Divinas. Los conceptos de persona y naturaleza han sido muy discutidos en los primeros siglos para poder traducir en lenguaje humano el misterio divino. El concilio de Nicea (325) asumió ese lenguaje para explicar la realidad divino humana de Jesucristo.
Sin embargo hay otro modo más bíbico de poder explicar este Misterio y es a partir de la afirmación de San Juan (1 Carta 4,8) Dios es Amor.
Cuando pensamos en el amor, inmediatamente somos llevados a tener en cuenta una relación entre dos personas. No podemos hablar del amor ni en abstracto ni tampoco in genere. El amor es una relación de dos. Claro que cada uno de nosotros ama a muchas personas, pero cada relación humana, en sus más diversas realidades, es distinta. Cuando amamos a nuestros amigos es a cada uno en particular a quien amamos y con cada uno de ellos tenenmos una relación distinta, de lo contrario caeríamos en la trampa de creer que basta con decir yo amo a todos por igual. NO existe afirmación más falsa!!
Así Dios, creador, origen, redentor y santificador del hombre, lo ha hecho a su imagen y semejanza. Por eso el hombre es un ser en relación. Realidad ésta que le es esencial. Nadie puede vivir sin dar y recibir amor.
Esto demuestra que el modelo sobre el que fue creado el ser humano, Dios, es Amor, y el amor es relación de dos: El Padre ama al Hijo en el Espíritu Santo, o como diría san Agustín el Espíritu es el amor entre el Padre y el Hijo.
Las consecuencias para nuestra vida son de la mayor trascendencia.
En primer lugar es un Dios Familia. Los términos utilizados por el Padre al revelar al Hijo y del Hijo al hablar del Padre, son términos familiares, afectuosos. Los que nosotros utilizamos para referirnos a nuestra familia.
En segundo lugar, Dios es modelo de la familia humana y de cada familia. El ideal de la humanidad y de cada familia es llegar al amor conque el se ama la Trinidad.
Finalmente, la humanidad toda es objeto del amor de Dios que nos llama a ser sus hijos. Esta última consecuencia es la que fundamenta la acción evangelizadora de la Iglesia. Dios quiere que todos los hombres se salven y que se salven por el amor. Salvarse significa llegar a ser hijos de Dios, herederos del Padre y coherederos de Cristo.

HIMNO DEL OFICIO DE LECTURA EN LA SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Himno: UNO ES AMOR, Y TRES SON LOS AMADOS

Uno es Amor, y tres son los amados,
bajo el techo del alma trasladados,
que le son huertos, montes y collados;
y es sueño lo demás.

Una es la Luz, y tres los resplandores,
una la Llama viva en tres ardores,
que consumen el alma en sus fulgores;
y es sueño lo demás.

Tres los hermosos son,
y una Hermosura sola,
en que el alma abreva más dulzura
cuanto más se remonta en la espesura;
y es sueño lo demás. Amén.

ANGELUS DE BENEDICTO XVI 7/6/2009

Queridos hermanos y hermanas:

Tras el tiempo pascual, culminado en la fiesta de Pentecostés, la liturgia prevé estas tres solemnidades del Señor: hoy la Santísima Trinidad; el jueves próximo la del Corpus Christi, que en muchos países, entre ellos Italia, se celebra el domingo próximo; y, por último, el viernes sucesivo, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Cada una de estas celebraciones litúrgicas subraya una perspectiva desde la que se abarca todo el misterio de la fe cristiana: respectivamente, la realidad de Dios Uno y Trino, el Sacramento de la Eucaristía y el centro divino-humano de la Persona de Cristo. En verdad, se trata de aspectos del único misterio de la salvación, que en cierto sentido resumen todo el itinerario de la revelación de Jesús, desde la encarnación a la muerte y resurrección hasta la ascensión y el don del Espíritu Santo.

Hoy contemplamos la Santísima Trinidad, tal y como nos la ha hecho conocer Jesús. Él nos reveló que Dios es amor "no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia" (Prefacio de la misa de la Santísima Trinidad): es Creador y Padre misericordioso; es Hijo unigénito, eterna Sabiduría encarnada, muerto y resucitado por nosotros; por último, es Espíritu Santo que todo lo mueve, el cosmos y la historia, hacia la plena recapitulación final. Tres personas que son un solo Dios, pues el Padre es amor, el Hijo es amor, el Espíritu es amor. Dios es todo amor y sólo amor, amor purísimo, infinito y eterno. No vive en una espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida que incesantemente se entrega y comunica. Lo podemos intuir en cierto sentido al observar tanto el macro-universo: nuestra tierra, los planetas, las estrellas, las galaxias; como el micro-universo: las células, los átomos, las partículas elementales. En todo lo que existe se encuentra, en cierto sentido, impreso el "nombre" de la Santísima Trinidad, pues todo el ser hasta las últimas partículas es ser en relación, y de este modo se trasluce el Dios-relación, se trasluce en última instancia el Amor creador. Todo procede del amor, tiende al amor, y se mueve empujado por el amor, naturalmente, según diferentes niveles de consciencia y de libertad. "¡Señor Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!" (Salmo 8, 2), exclama el salmista. Hablando del "nombre" la Biblia indica al mismo Dios, su identidad más verdadera; identidad que resplandece en toda la creación, en la que todo ser, por el hecho de ser y por el "tejido" del que está hecho hace referencia a un Principio trascendente, a la Vida eterna e infinita que se entrega, en una palabra, al Amor. "En Él --dijo el apóstol en el Areópago de Atenas-- vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17, 28). La prueba más fuerte de que estamos hechos a imagen de la Trinidad es ésta: sólo el amor nos hace felices, pues vivimos en relación, y vivimos para amar y para ser amados. Utilizando una analogía sugerida por la biología, diríamos que el ser humano lleva en el propio "genoma" la huella profunda de la Trinidad, de Dios-Amor.

La Virgen María, en su dócil humildad, se hizo esclava del Amor divino: acogió la voluntad del Padre y concibió al Hijo por obra del Espíritu Santo. En ella, el Omnipotente se construyó un templo digno de Él, e hizo de ella el modelo y la imagen de la Iglesia, misterio y casa de comunión para todos los hombres. Que María, espejo de la Trinidad Santísima, nos ayude a crecer en la fe en el misterio trinitario.

jueves, 4 de junio de 2009

MISAL ROMANO Nueva Edición

Su Santidad Juan Pablo II aprobó el Jueves Santo del 2000, la revisión de la Institutio Generalis Missalis Romani, conocida como la Instrucción General del Misal Romano. Esta nueva revisión reemplaza la edición de 1975 de la Instituto Generalis.

La estructura de la Institutio, en general, se mantiene igual, aunque existen algunos cambios importantes. Se ha aumentado el número de párrafos de 340 a 399. Se ha desarrollado un capítulo noveno con material nuevo sobre "Las Adaptaciones que son de la competencia de Obispos y de las Conferencias de Obispos" a la luz de la Cuarta Instrucción sobre la Implementación de la Constitución de la Sagrada Liturgia (29 de marzo de 1994).

No se puede hablar de un “nuevo Misal” o de una “nueva introducción”, porque los cambios desde las ediciones anteriores (la primera, el año 1970, la segunda, el año 1975), no son ni con mucho tan importantes como los que supuso el Misal de Pablo VI, en 1970 (después del Concilio Vaticano II), comparado con el que tuvimos los cuatro últimos siglos, el Misal de san Pío V. Por lo que deberíamos decir que no estamos en un tiempo de reforma, sino en un tiempo de renovación y profundización.

¿Qué novedades presenta la nueva edición?

Por ejemplo, se introducen las misas de algunos de los santos recientemente canonizados y cuya memoria se celebra en toda la Iglesia. Son muy pocos, aparte, naturalmente, de los que sean patronos de Europa, o de América, o de una ciudad o de una familia religiosa. También encontraremos algunas oraciones más para la Cuaresma, el Tiempo Pascual o las celebraciones de la Virgen.

Los cambios realmente importantes ya estaban en la edición de 1970: la lengua viva, el altar cara al pueblo, la mayor participación de la comunidad en diálogos y aclamaciones, la recuperación de la homilía, de la oración de los fieles y de la concelebración, el Leccionario más rico, la comunión bajo las dos especies, la variedad de las Plegarias Eucarísticas.

¿Con qué finalidad se ha hecho?

En definitiva, todos estos cambios tienen una finalidad pastoral. Se busca favorecer la mejor participación de la comunidad en la celebración del Misterio. Y esto en varias direcciones:

a.- para que la celebración se viva más, se explica el porqué de varios momentos;

b.- corregir algunas desviaciones o costumbres menos convenientes que se han extendido en estos años y que corren el peligro de desvirtuar la intención más profunda de la Eucaristía, como es el cambio del salmo o de las lecturas por otros textos no bíblicos;

c.- aclarar las dudas que habían surgido en la interpretación de algunas normas anteriores;

d.- clarificar la distinción y la motivación de los ministerios ordenados y los adjudicados a los laicos, sobre todo en relación al ministerio de la comunión.

No es indiferente el “modo de celebrar”, que es lo que quieren asegurar las “normas”: la manera exterior y ritual nos puede ayudar o estorbar en nuestra sintonía con el misterio que celebramos. Ahora, además de una serie de normas, tenemos auténticos “directorios” teológico-pastorales. Se nos dice no sólo “cómo” celebrar, sino también “qué”, “por qué” y “para qué” celebramos. O sea, nos dan también la teología y la finalidad espiritual de nuestra celebración.

¿Entonces, va a cambiar la Misa?

No. Pero los fieles pueden notar pequeñas modificaciones: a) los diversos ministros no hacen genuflexión cada vez que pasan ante el sagrario, sino sólo al principio y al final de la celebración; b) cuando en el rito de entrada se incluyen los salmos de Laudes, por ejemplo, o la aspersión bautismal los domingos, se suprime el acto penitencial y el Kyrie; c) al inicio del evangelio todos hacen la señal de la cruz, cosa que antes no se decía en el Misal…

¿Cómo he de estar durante la Eucaristía?

El criterio fundamental de las posturas durante la celebración es doble: a) que sean uniformes, para que la comunidad exprese con ellas que está unida y que está celebrando lo mismo; b) que sean las posturas que más favorezcan lo que se está celebrando en cada momento: una postura de escucha, de oración, de recogimiento meditativo, de adoración o de respeto.

Así, estamos de pie tanto cuando todos estamos recitando una oración (como la Oración Universal) como cuando la está diciendo el sacerdote en nombre de todos: sobre todo la Plegaria Eucarística, la oración central de la Misa. Para esta Plegaria la nueva edición dice que nos ponemos de pie ya para contestar al “Orad, hermanos”. Escuchamos también de pie el Evangelio, como signo de respeto especial a la que es Palabra de Cristo.

Estamos sentados para escuchar las lecturas anteriores al evangelio y a la homilía, así como en el espacio del ofertorio y en el silencio que haya después de la comunión, en que somos invitados a recogernos dentro de nosotros mismos para personalizar el gran don que Cristo nos ha hecho en la comunión.

Nos arrodillamos sólo en el momento de la consagración. Antes de la reforma de 1970 estábamos de rodillas desde el Sanctus hasta el final de la misa. Ahora estamos de pie durante la Plegaria y también en la comunión (a no ser que el Episcopado de una nación haya determinado otra cosa).

En la actual edición, además de repetir que hay motivos para quedarse de pie durante la consagración (“la estrechez del lugar, el gran número de asistentes y otras causas razonables”) se ha añadido como una de estas causas las “razones de salud”, porque algunos no pueden arrodillarse sin grave incomodo. También se ha añadido en la última edición que los que se queden de pie en la consagración hagan una “inclinación profunda” del cuerpo cuando el sacerdote hace la genuflexión al mostrar el Pan y al mostrar el Vino consagrados.

¿Y en el momento de la Comunión?

Otro momento en que ha habido cambios significativos en la última edición del Misal es el de la comunión: se quiere que se realice por parte de todos de una manera más respetuosa y expresiva de lo que representa: que Cristo Jesús, el Señor Resucitado, se nos da como Pan y Vino, como alimento para nuestro camino cristiano.

Las “novedades” de esta edición son:

a) no sólo el sacerdote, sino también los fieles “participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma Misa”, lo anormal será recurrir al sagrario;
b) “el sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz”; con el gesto de mostrar el Pan (ya partido, o sea, lo que va a comer el propio sacerdote) sobre el cáliz que se sostiene con la otra mano, se subraya más la unidad del Pan y del Vino y se da una mayor carta de naturaleza a que la comunión de por sí tendería a ser bajo las dos especies;
c) para significar que la comunión la recibimos en y por la Iglesia, o sea, por la mediación eclesial, como los demás sacramentos, “no está permitido que los fieles tomen ellos mismos el Pan consagrado ni el santo Cáliz y menos pasárselos unos a otros”; nadie es “dueño” de la Eucaristía: todos la recibimos de la Iglesia, y con el oportuno diálogo;
d) El canto que acompaña a la comunión tiene que expresar “por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar la alegría del corazón y manifestar claramente la índole comunitaria” de la comunión eucarística;
e) comulgar también con el Vino, expresa mejor lo que Cristo pensó con este sacramento: “tomen y coman… tomen y beban”, y así expresamos mejor que participamos del sacrificio de Cristo; es importante una novedad de esta edición: si antes eran las Conferencias Episcopales las que regulaban la comunión con el Vino, ahora la decisión se deja al Obispo de la diócesis, que, además, puede dar la norma de que un párroco puede dar la comunión con el cáliz cuando le parezca pastoralmente oportuno.
f) Cambio en las palabras de la Consagración, se ha traducido a la lengua corriente de nuestro país, de allí que ahora se daba decir “tomen y coman” “tomen y beban”. En la consagración del vino la traducción del latín “multos” ha quedado como muchos y ya no todos aunque el significado sea el mismo.

La nueva versión se puede utilizar a partir del 15 de Agosto, siendo de uso obligatorio a partir del primer domingo de Cuaresma del año 2010, quedando así abrogadas todas las versiones anteriores.
Además es de uso obligatorio la versión del Leccionario que encontramos en cuatro tomos: dominical, ferial, santoral y para la Celebración de otros Sacramentos y Témporas.

Recuerden que quienes deseen adquirir el Nuevo Misal, que será de uso obligatorio en toda la Diócesis deberá encargarlo en el economato diocesano.

martes, 2 de junio de 2009

NUEVO PENITENCIARIO

Santo Padre nombra a nuevo Penitenciario Mayor

VATICANO, 02 Jun. 09 (ACI).- El Papa Benedicto XVI nombró a Mons. Fortunato Baldelli, hasta ahora Nuncio Apostólico en Francia, Penitenciario Mayor de la Penitenciaría Apostólica, en reemplazo del Cardenal Francis Stafford.

El Cardenal Stafford, estadounidense de 76 años de edad, presentó su renuncia por límite de edad.

Mons. Baldelli hasta ahora era Nuncio Apostólico en Francia. Cumplirá 74 años el 6 de agosto. Es sacerdote desde 1961 y obispo desde 1983.

La Penitenciaria Apostólica es el organismo encargado de la absolución de censuras y de dispensas reservadas al Papa y lo concerniente al fuero interno. Es asimismo la institución que concede gracias jubilares e indulgencias.

Muchos se preguntarán cual es la función del penitenciario. La nota lo dice claro pero es lógico que no se comprenda bien.
Trataremos de dar una explicación.

A diferencia de cualquier otro ordenamiento jurídico, el Derecho Canónico, prevee que quienes cometen ciertos delitos, incurran en una pena automáticamente. Es decir, cometido el delito se cae en la pena.

En la Iglesia las penas pueden ser medicinales: excomunión, entredicho, suspensión (sólo para los clérigos); expiatorias: prohibiciones, privaciones, etc.; también existen los remedios penales o penitencias que no son propiamente penas sino que se utilizan para morigerar la grevedad de éstas o agravarla.

La pena más grave es la excomunión, ya que aparta a quien ha incurrido en ella de la comuión plena con la Iglesia, prohibiéndole recibir los sacramentos. Tanto en ella como en las otras penas medicinales se puede incurrir directamente o bien ser sancionados por la autoridad.

Cuando alguien incurre automáticamente en una pena, esto afecta al fuero interno de la conciencia, salvo que luego esa pena sea declarada por la autoridad. Si esto no sucede, la persona no está obligada a revelar su situación, pero debe buscar el modo de que su sanción le sea quitada.

¿Quién puede quitar esa pena? la autoridad que establezca el derecho. Hay penas reservadas al Ordinario (Obispo, Vicarios Generales y Episcopales) y otras a la Santa Sede.

La persona cuando va a confesarse hace referencia de su situación. Si el confesor tiene autoridad delegada para hacerlo, puede quitar la pena y dar una penitencia. Es el caso de quienes incurren en excomunión automática por haber practicado un aborto (c. 1398). Si el confesor no tuviera esa potestad delegada, el penitente deberá recurrir a la autoridad correspondiente. Puede hacerlo por si mismo o por medio del confesor. Si se trata de la Santa Sede, el pedido debe hacerse a la Penitenciería Apostólica, la cual está presidida por el Penitenciario Mayor.
Otra misión es la de regular las indulgencias, pero ese es otro tema.