jueves, 4 de junio de 2009

MISAL ROMANO Nueva Edición

Su Santidad Juan Pablo II aprobó el Jueves Santo del 2000, la revisión de la Institutio Generalis Missalis Romani, conocida como la Instrucción General del Misal Romano. Esta nueva revisión reemplaza la edición de 1975 de la Instituto Generalis.

La estructura de la Institutio, en general, se mantiene igual, aunque existen algunos cambios importantes. Se ha aumentado el número de párrafos de 340 a 399. Se ha desarrollado un capítulo noveno con material nuevo sobre "Las Adaptaciones que son de la competencia de Obispos y de las Conferencias de Obispos" a la luz de la Cuarta Instrucción sobre la Implementación de la Constitución de la Sagrada Liturgia (29 de marzo de 1994).

No se puede hablar de un “nuevo Misal” o de una “nueva introducción”, porque los cambios desde las ediciones anteriores (la primera, el año 1970, la segunda, el año 1975), no son ni con mucho tan importantes como los que supuso el Misal de Pablo VI, en 1970 (después del Concilio Vaticano II), comparado con el que tuvimos los cuatro últimos siglos, el Misal de san Pío V. Por lo que deberíamos decir que no estamos en un tiempo de reforma, sino en un tiempo de renovación y profundización.

¿Qué novedades presenta la nueva edición?

Por ejemplo, se introducen las misas de algunos de los santos recientemente canonizados y cuya memoria se celebra en toda la Iglesia. Son muy pocos, aparte, naturalmente, de los que sean patronos de Europa, o de América, o de una ciudad o de una familia religiosa. También encontraremos algunas oraciones más para la Cuaresma, el Tiempo Pascual o las celebraciones de la Virgen.

Los cambios realmente importantes ya estaban en la edición de 1970: la lengua viva, el altar cara al pueblo, la mayor participación de la comunidad en diálogos y aclamaciones, la recuperación de la homilía, de la oración de los fieles y de la concelebración, el Leccionario más rico, la comunión bajo las dos especies, la variedad de las Plegarias Eucarísticas.

¿Con qué finalidad se ha hecho?

En definitiva, todos estos cambios tienen una finalidad pastoral. Se busca favorecer la mejor participación de la comunidad en la celebración del Misterio. Y esto en varias direcciones:

a.- para que la celebración se viva más, se explica el porqué de varios momentos;

b.- corregir algunas desviaciones o costumbres menos convenientes que se han extendido en estos años y que corren el peligro de desvirtuar la intención más profunda de la Eucaristía, como es el cambio del salmo o de las lecturas por otros textos no bíblicos;

c.- aclarar las dudas que habían surgido en la interpretación de algunas normas anteriores;

d.- clarificar la distinción y la motivación de los ministerios ordenados y los adjudicados a los laicos, sobre todo en relación al ministerio de la comunión.

No es indiferente el “modo de celebrar”, que es lo que quieren asegurar las “normas”: la manera exterior y ritual nos puede ayudar o estorbar en nuestra sintonía con el misterio que celebramos. Ahora, además de una serie de normas, tenemos auténticos “directorios” teológico-pastorales. Se nos dice no sólo “cómo” celebrar, sino también “qué”, “por qué” y “para qué” celebramos. O sea, nos dan también la teología y la finalidad espiritual de nuestra celebración.

¿Entonces, va a cambiar la Misa?

No. Pero los fieles pueden notar pequeñas modificaciones: a) los diversos ministros no hacen genuflexión cada vez que pasan ante el sagrario, sino sólo al principio y al final de la celebración; b) cuando en el rito de entrada se incluyen los salmos de Laudes, por ejemplo, o la aspersión bautismal los domingos, se suprime el acto penitencial y el Kyrie; c) al inicio del evangelio todos hacen la señal de la cruz, cosa que antes no se decía en el Misal…

¿Cómo he de estar durante la Eucaristía?

El criterio fundamental de las posturas durante la celebración es doble: a) que sean uniformes, para que la comunidad exprese con ellas que está unida y que está celebrando lo mismo; b) que sean las posturas que más favorezcan lo que se está celebrando en cada momento: una postura de escucha, de oración, de recogimiento meditativo, de adoración o de respeto.

Así, estamos de pie tanto cuando todos estamos recitando una oración (como la Oración Universal) como cuando la está diciendo el sacerdote en nombre de todos: sobre todo la Plegaria Eucarística, la oración central de la Misa. Para esta Plegaria la nueva edición dice que nos ponemos de pie ya para contestar al “Orad, hermanos”. Escuchamos también de pie el Evangelio, como signo de respeto especial a la que es Palabra de Cristo.

Estamos sentados para escuchar las lecturas anteriores al evangelio y a la homilía, así como en el espacio del ofertorio y en el silencio que haya después de la comunión, en que somos invitados a recogernos dentro de nosotros mismos para personalizar el gran don que Cristo nos ha hecho en la comunión.

Nos arrodillamos sólo en el momento de la consagración. Antes de la reforma de 1970 estábamos de rodillas desde el Sanctus hasta el final de la misa. Ahora estamos de pie durante la Plegaria y también en la comunión (a no ser que el Episcopado de una nación haya determinado otra cosa).

En la actual edición, además de repetir que hay motivos para quedarse de pie durante la consagración (“la estrechez del lugar, el gran número de asistentes y otras causas razonables”) se ha añadido como una de estas causas las “razones de salud”, porque algunos no pueden arrodillarse sin grave incomodo. También se ha añadido en la última edición que los que se queden de pie en la consagración hagan una “inclinación profunda” del cuerpo cuando el sacerdote hace la genuflexión al mostrar el Pan y al mostrar el Vino consagrados.

¿Y en el momento de la Comunión?

Otro momento en que ha habido cambios significativos en la última edición del Misal es el de la comunión: se quiere que se realice por parte de todos de una manera más respetuosa y expresiva de lo que representa: que Cristo Jesús, el Señor Resucitado, se nos da como Pan y Vino, como alimento para nuestro camino cristiano.

Las “novedades” de esta edición son:

a) no sólo el sacerdote, sino también los fieles “participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma Misa”, lo anormal será recurrir al sagrario;
b) “el sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz”; con el gesto de mostrar el Pan (ya partido, o sea, lo que va a comer el propio sacerdote) sobre el cáliz que se sostiene con la otra mano, se subraya más la unidad del Pan y del Vino y se da una mayor carta de naturaleza a que la comunión de por sí tendería a ser bajo las dos especies;
c) para significar que la comunión la recibimos en y por la Iglesia, o sea, por la mediación eclesial, como los demás sacramentos, “no está permitido que los fieles tomen ellos mismos el Pan consagrado ni el santo Cáliz y menos pasárselos unos a otros”; nadie es “dueño” de la Eucaristía: todos la recibimos de la Iglesia, y con el oportuno diálogo;
d) El canto que acompaña a la comunión tiene que expresar “por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar la alegría del corazón y manifestar claramente la índole comunitaria” de la comunión eucarística;
e) comulgar también con el Vino, expresa mejor lo que Cristo pensó con este sacramento: “tomen y coman… tomen y beban”, y así expresamos mejor que participamos del sacrificio de Cristo; es importante una novedad de esta edición: si antes eran las Conferencias Episcopales las que regulaban la comunión con el Vino, ahora la decisión se deja al Obispo de la diócesis, que, además, puede dar la norma de que un párroco puede dar la comunión con el cáliz cuando le parezca pastoralmente oportuno.
f) Cambio en las palabras de la Consagración, se ha traducido a la lengua corriente de nuestro país, de allí que ahora se daba decir “tomen y coman” “tomen y beban”. En la consagración del vino la traducción del latín “multos” ha quedado como muchos y ya no todos aunque el significado sea el mismo.

La nueva versión se puede utilizar a partir del 15 de Agosto, siendo de uso obligatorio a partir del primer domingo de Cuaresma del año 2010, quedando así abrogadas todas las versiones anteriores.
Además es de uso obligatorio la versión del Leccionario que encontramos en cuatro tomos: dominical, ferial, santoral y para la Celebración de otros Sacramentos y Témporas.

Recuerden que quienes deseen adquirir el Nuevo Misal, que será de uso obligatorio en toda la Diócesis deberá encargarlo en el economato diocesano.