domingo, 8 de agosto de 2010

RITUAL PARA LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

RITUAL PARA LA CELEBRACION DEL MATRIMONIO

La Conferencia Episcopal Argentina ha publicado el nuevo Ritual para la Celebración del Matrimonio, que ha sido revisado y aprobado por la Santa Sede el año pasado.

Son dos volúmenes, uno dedicado al ritual propiamente y el otro a las lecturas bíblicas.

Los cambios no son solamente lingüísticos o de forma, sino que aparecen muchas fórmulas y ritos nuevos que enriquecen la eclesiología y pastoral del Matrimonio y de la Familia.

“el Ritual para la celebración del Matrimonio es uno de los libros litúrgicos del Ritual Romano que admite mayor grado de inculturación, adaptación y acomodación”

Después del Concilio Vaticano II ha habido dos ediciones del Ritual, una en 1969 y la typica altera del Ordo celebrandi Matrimonium de 1990 que ha recogido la doctrina sobre el Matrimonio de los textos conciliares, de Familiaris Consortio y del Código de Derecho Canónico.

Los textos eucológicos y las bendiciones, muestran mejor que la celebración es propiamente sacramental (en el caso de dos bautizados) y eclesial. Como así también el carácter epliquético de las bendiciones, nos ayudan a ver la acción de la Gracia divina y la santidad de la vida matrimonial.

Es interesante la inclusión, aunque facultativa, de la memoria del Bautismo, mediante la cual los esposos renuevan su compromiso cristiano, reafirman su filiación divina y su cordial pertenencia a la Iglesia, y la comunidad a su vez pide a Dios que reavive en todos y especialmente en los contrayentes, la bendición originaria.

La participación de los novios, que son los ministros del Sacramento, es mucho más activa. Tanto en la formulación de su estado de libertad y compromiso de asumir las obligaciones propias de la vida matrimonial y familiar, como en la expresión del consentimiento, por el que se unen para siempre.

Otra novedad es el formulario de la celebración del Matrimonio ante un Asistente Laico (es bueno recordar que este es un caso excepcional que requiere el nombramiento del Obispo con el visto bueno de la Conferencia Episcopal) y el Rito de la celebración entre un católico y un no bautizado pasó a llamarse Celebración del Matrimonio entre parte católica y parte catecúmena o no cristiana.

Respecto del Leccionario para la Celebración del Matrimonio, que ha sido editado en volumen aparte, consta de cuatro formularios con lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento, Salmo responsorial y Aleluias. Además agrega otras lecturas a elección.
Este Leccionario puede utilizarse siempre que no haya lecturas propias obligatorias como lo señala la Tabla de los días litúrgicos. Dichas lecturas también pueden ser tomadas del Leccionario de la Misa IV.

La dinámica, la profundidad teológica y eclesiológica, la clara relación entre Matrimonio, Iglesia y santidad de vida, la participación en primera persona de los contrayentes y la elección de los textos sagrados, le han dado a la Celebración un sentido mucho más profundo y sagrado.

Finalmente la entrega de la Biblia, o una Cruz o una imagen, muestra la intención de la comunidad de acompañar a la nueva familia que nace.

Como si algo faltara para completar la riqueza y belleza es este material litúrgico, se han agregado la celebración para el aniversario del matrimonio y el ritual para el compromiso de los novios.

sábado, 7 de agosto de 2010

CLASE MAGISTRAL EN LA INAUGURACIÓN OFICIAL DEL INSTITUTO DE TEOLOGÍA DIOCESANO

Sres. Obispos
Sres. Profesores
Sres. Diáconos Permanentes
Sres. Ex Alumnos
Sres. Alumnos

Queridos Hermanos

Hoy inauguramos oficialmente el Instituto Diocesano de Teología dependiente de la Escuela de Ministerios y Diaconado Permanente Paulo VI.

El objetivo principal que nos hemos propuesto es ayudar y ayudarnos a realizar la síntesis entre fe y razón, fe y vida. Es decir que podamos vivir lo que creemos y podamos mirar con fe lo que vivimos.

Nos decía Juan Pablo II

“La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo (cf. Ex 33, 18; Sal 27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3; Jn 14, 8; 1 Jn 3, 2).”

En el mundo en el que vivimos, que lejos de ser creativo y novedoso repite los peores errores del pasado, el cristiano tiene que poder “dar razón de su esperanza” (1 Pe. 3,15) Como nos dijera Benedicto XVI en Spe Salvi la esperanza equivale a la fe. O sea que el cristiano debe dar razón de su fe para tener y transmitir esperanza.

Cuando separamos existencialmente la fe de la razón, la teología de la filosofía, corremos el riesgo de caer en los extemos menos deseados por la mente humana. Los extremos que se alejan de la virtud de conocer la verdad y nos encierran en nuestras ideas muchas veces erróneas.

San Agustín nos enseña que la fe busca ser comprendida y la razón necesita ser iluminada por la fe. En definitiva son las dos alas de las que nos habla Juan Pablo II, los dos caminos que nos conducen al conocimiento de la verdad y del bien. Dos caminos que en cada persona se funden en uno solo, porque la fe termina siendo explicada por la razón y la razón iluminada por la fe, llevándonos a realizar lo que es más propio de la esencia humana que es conocer racionalmente la verdad y amar libremente el bien que la fe nos dice que es Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo.

Negar la razón para acceder al conocimiento de la verdad nos lleva al fideísmo, sólo fe. Sin la posibilidad de profundizar en el dato revelado caemos en una esclavitud que elimina la esencia racional del hombre y lo lleva a vivir del mito, de la leyenda, de una religiosidad vacía de contenido y llena de supersticiones. Una fe individualista que roba de lo revelado y lo transforma en manual de citas e interpretaciones acomodables. Una fe que desconoce la autoridad de la Iglesia y lleva al sujeto a encerrarse en sí mismo adorando a un dios hecho a su imagen y semejanza, a un dios de conveniencia.

Por otro lado, al negar la fe, el puro racionalismo conduce al ser humano a otra esclavitud, la de cerrarse a lo trascendente y no poder experimentar la belleza de la paternidad divina. “La razón moderna ha querido, de algún modo, cambiar (la) «docta ignorantia» por un saber positivo y afirmativo. La verdadera vida —se ha pensado— , la redención, sería un resultado de la acción combinada de la razón y de la libertad. La ciencia y la política serían capaces de alumbrar la esperanza. Pero este buscado saber positivo se ha convertido, a la postre, en una «dialéctica negativa», en una «nostalgia del totalmente Otro» que permanece inaccesible”. Por eso hay hombres que buscan lo espiritual en el mercado de la autoayuda, de las pseudo religiones inmanentes.

Afirmar ambas pero separándolas, nos conduce inexorablemente a una vida con doblez. No podremos iluminar la vida desde la fe, la Palabra de Dios quedaría encerrada entre las paredes del templo pero no podría encarnarse en la realidad cotidiana de nuestra existencia. Seríamos como monstruos con dos cabezas.

Dar razón de la fe no consiste únicamente en justificar su sentido, su coherencia interna, o en fundamentar su anclaje en la historia, sino en mostrar su significatividad existencial; su capacidad de alumbrar y sostener la esperanza. “No se trata exclusivamente de preguntarnos si la fe es verdadera, sino de si es también para nosotros «una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida”

Un Instituto de Teología, es mucho más que una escuela o una facultad. Supera una cátedra y el formalismo escolar. Es un ámbito donde venimos a compartir la fe. Es un faro que irradia luz. Un semillero de evangelización y promoción humana. Los conocimientos que adquiramos tienen que ayudarnos a nuestra conversión personal para que podamos dar razón de nuestra esperanza. Esa conversión personal se irá moldeando en el conocimiento de la Verdad, que es Dios, e irá cambiando nuestra vida, no sólo en el aspecto moral, sino fundamentalmente en nuestro ser. Nos ayudará a reconocer a Dios como nuestro Padre y a reconocernos como hombres y mujeres creados a su imagen y semejanza a la vez que hermanos de nuestro prójimo. Redimidos por la Preciosa Sangre de Jesús y llamados a la santidad de vida. Esto es, a vivir la vida con Dios, para Dios y desde Dios sin dejar de ser nosotros.
El Instituto de Teología tiene que ser una casa y escuela de comunión. Un ámbito de oración contemplativa que esté abierto al servicio de la Iglesia toda. Por eso nos ponemos en primer lugar a disposición del Sr. Obispo y a las Instituciones y Organismos Diocesanos para asistirlos en su tarea pastoral tratando de resolver y dar respuestas desde la fe a los desafíos que hoy nos plantea la sociedad en la que vivimos.

Agradezco a S.E.R, Monseñor Baldomero Carlos Martini, el haber confiado en mí para llevar adelante esta tarea, que debe ser eminentemente pastoral. También agradezco a mis colaboradores, a los Profesores y a los alumnos.

«Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia el reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino».

Amén

martes, 20 de julio de 2010

NUEVAS NORMAS SOBRE LOS DELITOS MÁS GRAVES

El significado de la publicación de las
Nuevas “Normas sobre los delitos más graves”
Afectan también a los diáconos

La Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado hoy las nuevas "Normas sobre los delitos más graves". Ofrecemos a continuación una nota del director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, S.I., sobre el significado de estas normas.

R.P. Federico Lombardi, SJ
Vaticano, 15 de julio de 2010 (vatican.va)

En 2001, el Santo Padre Juan Pablo II promulgó un decreto de importancia capital, el Motu Proprio “Sacramentorum sanctitatis tutela”, que atribuía a la Congregación para la Doctrina de la Fe la competencia para tratar y juzgar en el ámbito del ordenamiento canónico una serie de delitos particularmente graves, cuya competencia en precedencia correspondía también a otros dicasterios o no era del todo clara.

El Motu Proprio (la “ley”, en sentido estricto), estaba acompañado por una serie de normas aplicativas y de procedimiento denominadas “Normae de gravioribus delictis”. La experiencia acumulada en el transcurso de los nueve años sucesivos sugirió la integración y actualización de dichas normas con el fin de agilizar o simplificar los procedimientos, haciéndolos más eficaces, o para tener en cuenta problemáticas nuevas. Este hecho se debió principalmente a la atribución por parte del Papa de nuevas “facultades” a la Congregación para la Doctrina de la Fe que, sin embargo, no se habían incorporado orgánicamente en las “Normas” iniciales. Esta incorporación es la que tiene lugar ahora en el ámbito de una revisión sistemática de dichas “Normas”.

Los delitos gravísimos a los que se refería esa normativa atañen a realidades claves para la vida de la Iglesia, es decir a los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia, pero también a los abusos sexuales cometidos por un clérigo con un menor de 18 años.

La vasta resonancia pública en los últimos años de este tipo de delitos ha sido causa de gran atención y de intenso debate sobre las normas y procedimientos aplicados por la Iglesia para el juicio y el castigo de los mismos.

Por lo tanto, es justo que haya claridad plena sobre la normativa actualmente en vigor en este ámbito y que dicha normativa se presente de forma orgánica para facilitar así la orientación de todos los que se ocupen de estas materias.

Una de las primeras aportaciones para la clarificación –muy útil sobre todo para los que trabajan en el sector de la información– fue la publicación, hace pocos meses, en el sitio Internet de la Santa Sede de una breve “Guía a la comprensión de los procedimientos básicos de la Congregación para la Doctrina de la Fe respecto a las acusaciones de abusos sexuales”. Sin embargo, la publicación de las nuevas Normas es diversa ya que presenta un texto jurídico oficial actualizado, válido para toda la Iglesia.

Para facilitar la lectura por parte del público no especializado que se interesa principalmente en la problemática relativa a los abusos sexuales, destacamos algunos aspectos.

Entre las novedades introducidas respecto a las normas precedentes, hay que subrayar ante todo las que tienen como fin que los procedimientos sean más rápidos, así como la posibilidad de no seguir “el camino procesal judicial”, sino proceder “por decreto extrajudicial”, o la de presentar al Santo Padre, en circunstancias particulares, los casos más graves en vista de la dimisión del estado clerical.

Otra norma encaminada a simplificar problemas precedentes y a tener en cuenta la evolución de la situación en la Iglesia, es la de que sean miembros del tribunal, o abogados o procuradores, no solamente los sacerdotes, sino también los laicos. Análogamente, para desarrollar estas funciones ya no es estrictamente necesario el doctorado en Derecho Canónico. La competencia requerida se puede demostrar de otra forma, por ejemplo con un título de licenciatura.

También hay que resaltar que la prescripción pasa de diez a veinte años, quedando siempre la posibilidad de deroga superado ese periodo.

Es significativa la equiparación a los menores de las personas con uso de razón limitado, y la introducción de una nueva cuestión: la pedo-pornografía, que se define así: “la adquisición, posesión o divulgación” por parte de un miembro del clero “en cualquier modo y con cualquier medio, de imágenes pornográficas que tengan como objeto menores de 14 años”.

Se vuelve a proponer la normativa sobre la confidencialidad de los procesos para tutelar la dignidad de todas las personas implicadas.

Un punto al que no se hace referencia, aunque a menudo es objeto de discusión en estos tiempos, tiene que ver con la colaboración con las autoridades civiles. Hay que tener en cuenta que las normas que se publican ahora forman parte del reglamento penal canónico, en sí completo y plenamente distinto del de los Estados.

En este contexto se puede recordar, sin embargo, la “Guía para la comprensión de los procedimientos…” publicada en el sito de la Santa Sede. En esta “Guía”, la indicación: “Deben seguirse siempre las disposiciones de la ley civil en materia de información de delitos a las autoridades competentes”, se ha incluido en la sección dedicada a los “Procedimientos preliminares”. Esto significa que en la praxis propuesta por la Congregación para la Doctrina de la Fe es necesario adecuarse desde el primer momento a las disposiciones de ley vigentes en los diversos países y no a lo largo del procedimiento canónico o sucesivamente.

La publicación de estas normas supone una gran contribución a la claridad y a la certeza del derecho en un campo en el que la Iglesia en estos momentos está muy decidida a actuar con rigor y con transparencia, para responder plenamente a las justas expectativas de tutela de la coherencia moral y de la santidad evangélica que los fieles y la opinión pública nutren hacia ella, y que el Santo Padre ha reafirmado constantemente.

Naturalmente, también son necesarias otras muchas medidas e iniciativas, por parte de diversas instancias eclesiásticas. La Congregación para la Doctrina de la Fe, por su parte, está estudiando cómo ayudar a los episcopados de todo el mundo a formular y poner en práctica con coherencia y eficacia las indicaciones y directrices necesarias para afrontar el problema de los abusos sexuales de menores por parte de miembros del clero o en el ámbito de actividades o instituciones relacionadas con la Iglesia, teniendo en cuenta la situación y los problemas de la sociedad en que trabajan.

Los frutos de las enseñanzas y de las reflexiones maduradas a lo largo del doloroso caso de la “crisis” debida a los abusos sexuales por parte de miembros del clero serán un paso crucial en el camino de la Iglesia que deberá traducirlas en praxis permanente y ser siempre consciente de ellas.

Para completar este breve repaso de las principales novedades contenidas en las “Normas”, también hay que citar las relativas a delitos de otra naturaleza. De hecho, también en estos casos, no se trata tanto de determinaciones nuevas en la sustancia, sino de incluir normas ya en vigor, a fin de obtener una normativa completa más ordenada y orgánica sobre los “delitos más graves” reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Más concretamente, se han incluido: los delitos contra la fe (herejía, apostasía y cisma), para los cuales son normalmente competentes los ordinarios, pero la Congregación es competente en caso de apelación; la divulgación y grabación –realizadas maliciosamente– de las confesiones sacramentales, sobre las que ya se había emitido un decreto de condena en 1988; la ordenación de las mujeres, sobre la cual también existía un decreto de 2007.

DOMINGO XVI DURANTE EL AÑO

En la primera lectura Abraham recibe al Señor en su casa. Sorpresivamente llegan tres personajes que parecen ser uno solo y Abraham los invita a comer. Manda a Sara, su mujer, a preparar la comida. Es un encuentro de amistad. Abraham podría haber dudado de Dios, de la promesa casi incumplible de una herencia innumerable sobre una realidad humana y matrimonial estéril. Pero abre su corazón a Dios, lo recibe como a un amigo y Dios termina renovando y realizando su promesa. El ingreso de Dios en la vida de Abraham, lo transforma. Un hombre que lo único que esperaba era el momento de partir, ahora se convierte en padre de una multitud de creyentes, porque él mismo creyó.
A veces a nosotros no se nos dan los proyectos, porque no somos constantes, porque no confiamos, porque dejamos que los razonamientos humanos, las ideas del mundo, nos aparten de la amistad. Creer en el otro es el primer paso para el triunfo. Y cuando uno cree y acepta al otro, al que sabemos que nos ama, tiene asegurada la felicidad. Que a lo mejor no es inmediata, pero se va construyendo en la intimidad del amor.

San Pablo, en la carta a los Colosenses, no se cansa de insistir en la necesidad de predicar a Cristo. Cristo no es un ser pasado de moda, un ser al que se lo comió la historia, sino que es el Hijo de Dios vivo entre nosotros y la Buena Noticia de su presencia debe ser predicada a tiempo y a destiempo, en las malas y en las buenas, para que el mundo crea y creyendo se salve.

Los cristianos debemos acostumbrarnos que el éxito de nuestra predicación y de nuestra fe depende de Dios. Para ello es necesario aprender a tener la mirada de Dios, a comprender el Misterio. Parece una paradoja "comprender el Misterio". Si lo comprendemos parecería que dejaría de ser un misterio. Por el contrario, el Misterio de Dios es Luz, atrae e ilumina. Da inteligencia al ignorante y sabiduría al necio. Si miramos con la mirada de Dios, escuchando atentamente a Jesús, tenemos que aceptar que no hemos sido llamados para el éxito de masas, sino para la santidad. No somos políticos que necesitan votos, sino hombres y mujeres de fe, que fuimos elegidos para iluminar como antorchas este mundo de oscuridad y muerte. En los países donde los cristianos son minoría, la fe los fortalece y les permite vivir alegres en medio de las dificultades, de las persecuciones y del desprecio sufrido por Cristo. Ellos son más unidos en la caridad, más comprometidos con su fe y más solícitos al bien del prójimo. Son una antorcha en medio de la oscuridad.
Algunos pensarán que ya se les pasó el tiempo. Todos los cristianos, los elegidos sin mérito nuestro, podemos iluminar, debemos iluminar, esa es nuestra vocación. Hay personas que postradas y sin hablar iluminan la vida de los que los rodean. Tienen la capacidad de ser testigos vivientes del amor del Padre. Por eso nadie puede decir yo no puedo, a mí se me fue la vida.
Pero para poder vivir como antorchas es necesario dejar que la Luz de Cristo nos ilumine. Somos una lámpara alimentada por el aceite de Dios.
El Evangelio nos presenta las figuras de Marta y María. La primera muy hacendosa y la segunda mística. Marta se preocupa para que el Señor y sus amigos estén bien atendidos en su casa, María se sienta a los pies de Jesús para escucharlo.
Nuestra vida tiene que tener ambas cosas. Pero sin olvidarnos que la escucha del Señor es lo más importante. ¿Cómo vamos a hacer las cosas bien si no conocemos lo que el Señor quiere de nosotros? y ¿Cómo vamos a saberlo si no lo escuchamos? Por eso es que cada día debemos ponernos atentamente a escuchar al Señor en la oración. Nuestra oración no puede ser a las apuradas, como para cumplir. Sino que tiene que tener su momento de silencio y escucha. No debemos decir mucho, debemos escuchar la voz del Señor que nos habla al corazón. Tal vez nuestros oídos no escuchen su voz, tal vez la inteligencia no pueda descifrar una idea, pero el corazón, el lugar donde Él habla va a comprender y amar sus palabras. Volvamos al corazón, a la conciencia, que es el lugar donde Dios y el hombre se encuentran. En estos días donde hemos discutido sobre la ley natural, la ley de Dios, muchos no han comprendido. Y no los culpo, porque no oyen, Dios no les habló al corazón. Su conciencia está equivocada porque nadie le habló. Eso puede ser porque no han sido elegidos para ello o porque se hicieron sordos dejándose aturdir por otras voces que no provienen de Dios.
Dios nos habla también a través de los acontecimientos. Muchas veces la historia nos hace sufrir. A veces no comprendemos. Lo primero que debemos recordar es que los cristianos debemos pasar por la Cruz si queremos ver la Luz. No hay resurrección sin Cruz como tampoco hay Luz sin dolor. Así lo vivió y lo transmitió el Señor. Cuando las cosas no son como querríamos, debemos mirar la Cruz, tomarnos de ella y dejar que Dios haga su obra. Nosotros tenemos el compromiso de anunciar su Palabra, la Palabra que se nos dice cada día.
"Yo estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos" dice el Señor.
Abramos nuestra puerta de par en par, dediquemos cada día un tiempo real de oración y meditación. No de una oración de pedigüeños, sino de una oración de discípulos que escuchan al Maestro.
Seremos místicos o no seremos nada decía un teólogo. Si no escuchamos al Señor no pretendamos que los hombres nos escuchen a nosotros. Si no escuchamos al Señor vana será nuestra obra, aunque nos parezca que hacemos mucho.

Hasta la próxima

lunes, 12 de julio de 2010

DEL ISLAM AL CRISTIANISMO

Sabatina James. Del Islam al cristianismo: mi historia. La mujer dominada en el Islam actual.



Título: Del islam al cristianismo: mi historia.

Autora: Sabatina James.

Ediciones Palabra. Astor juvenil. Madrid 2006

Acabo de leer en Eurabia un artículo sobre la mujer en el Islam. El libro que presento es simplemente el testimonio de una joven paquistaní que va con su familia a Austria. Ahí siguiendo siendo fiel musulmana, adquiere la cultura europea y choca con la mentalidad tribal y primitiva de su familia. Una mentalidad que acaba siendo un resultado de la doctrina islámica sobre la mujer.

Si futuro ante el que se rebela: matrimonio concertado por sus padres y sumisión al marido; y falta de independencia para pasear, trabajar y vivir fuera del reducto del hogar.

En este caso la rebelión no es contra Dios, sino buscando un apoyo en Alá. Y acaba encontrando el mensaje cristiano a través de una Biblia que le dona un amigo. En Cristo encuentra comprensión, amor, seguridad y paz.

Y, cuando se hace cristiana vuelve a chocar contra el Islam. Si vida pende de un hilo porque el Islam castiga con la muerte la conversión a otra religión.

Drama real de nuestro tiempo y necesidad de reflexión en el Islam: la igual dignidad de hombre y mujer, la libertad de culto son dos aspectos necesarios para convertir la cultura islámica en una cultura de "humana".

No digo que ese progreso derive en la incredulidad o en la indiferencia entre religiones, sencillamente que se admita lo que ya el Cristianismo sostiene: la religión no se puede imponer por la fuerza; la libertad de elegir religión es un derecho fundamental, el hombre y la mujer siendo diferentes en cuanto al sexo, son idénticos en cuanto personas humanas y tienen los mismos derechos fundamentales.

DENTRO DE CINCO HORAS VERÉ A JESÚS. VIDA DE JACQUES FESCH

Una conversión. Jacques Fesch: "dentro de cinco horas veré a Jesús".
semáforo literario: una conversión. Jacques Fesch: "dentro de cinco horas veré a Jesús".
Aragón Liberal (Enviado por: redacción) 11/02/07, 06:05 h
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Dentro de cinco horas veré a Jesús. Diario de prisión Autor: Jacques Fesch. Ediciones Palabra.

Jacques Fesch, francés nacido en 1930, fue condenado a muerte y guillotinado en 1957 por el asesinato de un policía después de un atraco. Dos meses antes de su muerte, comienza a escribir este diario espiritual, dirigido a su hija, en el que narra su fulgurante conversión en la cárcel, después de una juventud despreocupada. Fue entre las rejas cuando se produjo su acercamiento a Dios. Escribe sobre el consuelo y la alegría que recibe en la oración, pero también cuenta sus momentos de angustia ante la cercanía de la muerte.
Las páginas de Fesch son un relato de su arrepentimiento, pero también un ejemplo de fe y de esperanza en la misericordia divina. Ahora que la pena de muerte está en retroceso en el mundo, "Dentro de cinco horas veré a Jesús" constituye una muestra de las profundos cambios que puede experimentar un hombre. También revela que, incluso ante la perspectiva de la guillotina, la fe ayuda a no perder la esperanza de lo esencial: "un mal cuarto de hora ante toda la eternidad", dice Fesch. Junto al testimonio del propio Fesch, se incluye una biografía escrita por André Manaranche y algunas declaraciones de amigos y compañeros muy útiles para apreciar su conversión.

CELIBATO Y SEXUALIDAD

Celibato y sexualidad.

Por Kanbei elJun 22, 2010 | EnTextos y meditaciones | Enviar reacción »

Raphael Bonelli, psiquiatra vienés, habla del celibato y la sexualidad

– Existe la tesis de que “hacer de la sexualidad un tabú”, como parte de la opinión pública reprocha a la Iglesia, conduce a una mala canalización de lo sexual. ¿Hay algo de verdad en eso?
– Hoy sabemos que la sexualidad debe controlarse para poder vivirla de forma sana y feliz. La violencia sexual y la pedofilia nos muestran que la sexualidad no puede vivirse sin contenciones, porque puede hacer daño. Sin embargo, sorprendentemente todavía muchos sueñan con que puede vivirse sin límites, y creen que ahí tenemos el paraíso terrenal. Esto proviene particularmente de la ideología del movimiento del 68. Esa imagen de la represión de la sexualidad se corresponde con una interpretación freudiana del hombre muy grosera y mecanicista, que permanece todavía en muchas cabezas, aunque hace mucho que fue superada. Desde la revolución sexual, sobre todo, hay varones que son de la opinión de que deben realizarse sexualmente, porque si no, podrían enfermar. La sexualidad se experimenta aquí como una necesidad imperiosa, y no ya como algo dirigido y controlado por la razón.

– ¿Sería menor la indignación ante los casos de abusos, si los sacerdotes católicos no estuvieran obligados al celibato?
– Puede ser que las emociones no se dispararan tanto si no estuviera de por medio el celibato, que resulta molesto para la mentalidad de hoy, porque muestra que un hombre puede contener sus apetitos sexuales por causa de un gran amor. Esto es algo que molesta a la ‘sociedad de la diversión’, que por eso arremete contra este bastión. Si los sacerdotes se casaran, no destacarían tanto, sino que serían como ‘uno de nosotros’. Es interesante ver que, en las Iglesias orientales, donde hay sacerdotes casados, se estima más a los célibes. También en las culturas monacales budistas se entiende que una vida consagrada a lo espiritual va unida al celibato.

El celibato como apertura a lo trascendente

– ¿El celibato puede dar lugar a una patología?
– El celibato puede hacer enfermar, si se vive incorrectamente. El celibato nunca es una forma de vida en sí mismo, sino que, desde una perspectiva psicodinámica, es humanamente un déficit, un desequilibrio, una herida. Pero este déficit hace posible una inmensa apertura a lo trascendente; por eso hay formas de vida célibe en todas las culturas. El celibato no puede explicarse sin el fenómeno de la fe y de la relación de amor con Dios. Cuando un hombre célibe no cultiva una intensa relación con su amor, esto es, con Dios, entonces se marchita humanamente o no aguanta.
También es importante que un hombre célibe sepa qué es una mujer y cómo relacionarse correctamente con ella. Demasiada intimidad y apertura puede conducir fácilmente a una situación de bloqueo. Por motivos profesionales, he conocido a varios sacerdotes que se han deslizado hacia relaciones amorosas que, de hecho, no querían en absoluto. Casi siempre, en un principio, el afectado no había sido sincero consigo mismo. Con frecuencia, afirmaba un anhelo pastoral, hasta que la creciente intensidad de la relación se transformó en corporal. En el origen está el déficit emocional de la soledad, que, en una relación sana con Dios, se llena con la oración. Cuando se descuida la oración por el estrés o el activismo, o se la vacía de contenido, el sacerdote se hace propenso a tales naturales deseos humanos.

–¿El celibato puede ser un “yugo ligero” para algunas personas, y en cambio, muy pesado o incluso insoportable para otros?
– Naturalmente, el impulso natural se acentúa de modos distintos, pero eso tiene mucho que ver también con experiencias previas, con fantasías y recuerdos. La capacidad de moderar el instinto sexual y de humanizarlo se denomina virtud de la templanza, que también ha sido redescubierta por psicólogos ateos como Martin Seligman. El objetivo es, como dice Tomás de Aquino, la armonía de la paz interior. Templanza significa conseguir un orden interno, en el que las propias fantasías y deseos se valoran correctamente y se cultivan o se reducen. Esto no sólo es válido para la sexualidad. Viktor Frankl dijo, con respecto a la auto-observación hipocondríaca: “Sólo el ojo enfermo se ve a sí mismo”. De modo similar, uno podría decir: “Sólo el sacerdote enfermo se mira a sí mismo; el sano tiene su confianza y sus ojos dirigidos hacia Dios”. Alguien que ha entregado completamente su vida empieza a patinar cuando comienza a buscarse a sí mismo o a realizarse egocéntricamente.

Seleccionar a los seminaristas

– Algunos opinan que quien opta por el celibato debe al menos tener, en lo sexual, conocimiento de aquello a lo que renuncia.
– Sí, por supuesto, deben saber a qué renuncian, pero no necesitan haberlo experimentado. Un psiquiatra no debe haber probado la heroína para ser un buen terapeuta en drogodependencias. La experiencia sexual no lo es todo. Un seminarista debe sobre todo tener experiencia espiritual.

– Hemos hablado sobre si el celibato puede hacer enfermar. Pregunto de otro modo: ¿Puede esta forma de vida atraer a personas inseguras o perturbadas en su sexualidad?
– No se puede descartar que atraiga también a personas de estas patologías. Personas que no se pueden relacionar con el otro sexo encuentran aquí una forma de vida en la que pueden pasar desapercibidas. Esto es especialmente problemático cuando hay personas que quieren vivir otra forma, enferma, de sexualidad, que daña a otras personas. Hay que tener mucho cuidado con quién entra a los seminarios, porque solo un hombre psíquicamente sano y estable es apto para la vocación sacerdotal.

– ¿Es posible que haya habido hombres con tendencias pederastas que se escondieran tras una sotana para pasar desapercibidos, o para protegerse de sus propias inclinaciones?

– Muchas personas con tendencias pedófilas van a parar al matrimonio; otras, al sacerdocio. De algún modo, uno piensa que debe hacer su vida cuando descubre en sí ese tipo de inclinaciones. Quizá piense que las tiene bajo control, o que la consagración sacerdotal le ha curado. Sigmund Freud afirma que la sexualidad es polimorfa y que tiene un lado perverso, y ahí algo tiene de razón. En una relación sexual normal, la mujer suele ser el correctivo. Pero si la sexualidad es vivida en soledad, por ejemplo, en términos de autoerotismo y pornografía, entonces no existen ya límites. La represión de la sexualidad es generalmente beneficiosa, cuando existen inclinaciones degeneradas. Me refiero al control de los pensamientos, de las fantasías; a no mirar indiscriminadamente la televisión. Así desaparecen la mayoría de las fantasías desviadas, que siempre están relacionada con una hipersexualidad, y permanecen las inclinaciones sexuales sanas.

Detectar trastornos de personalidad

– La relativización social de la pederastia proviene de ámbitos muy distintos.
– La psicología de la década de los 70 pretendió hacer creer que no existía nada intrínsecamente malo, o incluso que todo estaba bien, si la relación era consentida. En la década de los 70 y de los 80, hubo movimientos de liberación sexual que asumieron la defensa de la pedofilia. Un conocido político del Partido Verde alemán, aún en 1988, pidió la despenalización de la pedofilia consentida, una tesis de la que poco después se distanciaría. En aquel momento, era partidario de un movimiento por la despenalización y “despatologización” de las formas alternativas de sexualidad.

– ¿A qué se debe prestar más atención en la formación de sacerdotes? ¿Es posible detectar tendencias sexuales desviadas para descartar a los candidatos afectados?
– Por lo general, a lo largo de años de convivencia con los candidatos se ve si son o no apropiados. Los pedófilos suelen tener otros trastornos de personalidad que pueden detectarse. Uno ve, por ejemplo, cómo una persona se relaciona con los demás, y si es apto para servir y es capaz de obedecer. Ésas son virtudes que no están de moda, pero que muestran si alguien es psíquicamente sano, porque es capaz de no ponerse a sí mismo en primer plano, y ponerse al servicio de los demás. Cuando alguien debe ponerse siempre a sí mismo en primer plano, y necesita brillar, demuestra que se preocupa más del propio ego que de los demás. Eso es peligroso.

– ¿Es posible una educación para la castidad y el celibato en el seminario?
– Sí, y es absolutamente necesaria. El seminario está para enseñar la castidad sacerdotal. La aceptación de la propia sexualidad plena y de su hombría capacita al sacerdote para ser pastor paternal de otros. Eso incluye también enseñar a los hombres jóvenes a desarrollar su sexualidad desde la perspectiva del amor, como suelen integrarla naturalmente.

– ¿Qué puede aconsejar el psiquiatra a un sacerdote que flaquea en estos terrenos?
– Debe apartar la mirada de sí mismo y dirigirla a los otros, a su relación con Dios y a su ministerio sacerdotal. Normalmente los problemas sobre la castidad son problemas de personas que dedican demasiado tiempo a sí mismas. Cuando uno navega durante horas en Internet no puede sorprenderle que le asalten ideas estúpidas. La soledad y la sensación de que la propia vida carece de sentido son consecuencia de una falta de relación con Dios. Yo trato a personas adictas al sexo en Internet y casi todas ellas tienen problemas de relación con los demás. Por eso digo que los sacerdotes con este problema tienen un problema de pareja… con Dios. Y el yo es polimórficamente perverso. Cuando hay un problema, en todo caso hay que reconocer la dimensión patológica, y buscar ayuda profesional, sin avergonzarse por ello.

Traducción: Ricardo Benjumea.

TOMADA DE WWW.ELTESTIGOFIEL.ORG

domingo, 2 de mayo de 2010

HOMILÍA QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO PASCUAL

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (13, 31-33. 34-35)

Gloria a ti, Señor.

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Después de habernos relatado las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos y discípulas, la Iglesia vuelve su mirada sobre el mandamiento más importante que nos dejó Jesús. Si bien fueron muchas las cosas que encomendó a los Apóstoles y por medio de ellos a nosotros, el Señor ha querido sintetizar todo en aquello que es fundamento de cualquier otra acción, el amor.

Después que salió Judas: es en el ámbito de la última cena, cuando Judas se va para entregar a Jesús por treinta monedas de plata. Jesús lo sabía. Cualquiera de nosotros en esa situación seguramente nos pondríamos a despotricar contra Judas, buscaríamos el modo de escondernos, de buscar ayuda, de armarnos para defendernos. El Señor en cambio nos sorprende con sus palabras suaves, profundas, seguras. Palabras que van acompañadas con su ejemplo. Su discípulo, el que Él había elegido para que estuviera junto a sí, es el primero en traicionarlo y Jesús nos habla del amor!!! Él ve en la entrega la gloria de Dios. No se mira a sí mismo, sino la gloria de Dios que se cumplirá en Él.

Hijitos míos: palabras de ternura profunda, ve en los discípulos a unos niños, los trata como se trata a un niño pequeño, con ternura.

Aún estaré un poco con ustedes: la hora ha llegado, será apresado, torturado y asesinado. Pero no le preocupa eso, sino aprovechar el tiempo para dejar su enseñanza más importante.

AMENSE LOS UNOS A LOS OTROS: ¿qué es el AMOR? qué palabra tan bella y cuánto encierra en sí misma!!!! El amor es difícil de definir. En todo caso se lo puede describir por sus resultados, por sus frutos, por lo que va haciendo en nosotros. El Papa nos ha enseñado en Cáritas in veritate la diferencia que existe entre el eros (amor humano) y el Ágape (Amor divino). El amor meramente humano es egoísta, absorvente, envidioso, lujurioso, celoso, inseguro. Busca la propia satisfacción poniendo en el centro al que ama. Por eso Jesús dice COMO YO LOS HE AMADO, y ¿Cómo nos ama Jesús? hasta dar la vida. No se pone Él en el centro, sino que pone al amado, a los amados, a nosotros. Lo que nos pide no es una carga, sino un camino de sanación, de liberación, de vida. Porque el que ama como Jesús es un hombre nuevo, una mujer nueva. El que ama mirando al que tiene enfrente ama de verdad y es capaz de dar la vida. El que no es capaz de eso, en realidad no ama, no sale de sí mismo.

El amor tiene diversos grados según las relaciones. Hay personas a las que amamos afectivamente. Son aquellos que mueven nuestros sentimientos, los que nos afectan. Padres, hijos, esposos, hermanos, amigos. Por ellos sentimos algo. Pero ese amor, que es bueno y necesario no alcanza, porque seguimos estando en el centro, "amo al que me hace sentir bien". Jesús nos enseña a dar un paso más amando incluso al enemigo, a aquél por el que quizás sentimos resentimiento e incluso odio. Es un amor efectivo, que por cierto debemos aplicar a todos, a los cercanos y a los lejanos. Pero para poder amar así debemos mirar a las personas con los ojos de Jesús. ¿Qué ve Jesús en cada persona? su propia imagen. Porque en cada persona, especialmente en cada bautizado, está impreso el rostro de Jesús. Jesús nos enseña a ver lo sagrado que hay en cada ser humano, porque cada uno de nosotros tenemos "un tesoro en vasijas de barro". A veces el barro no permite que veamos el tesoro, pero el tesoro está allí. Cada hermano, cada hermana es como un sagrario viviente en donde está Jesús. Si miráramos a los demás con esos ojos, entonces podríamos amarlos como los ama Jesús.

No pensemos que para amar de ese modo debemos salir a buscar a los hermanos, no es necesario, ellos están allí, es tu hijo, tu hija, tu padre, tu madre, tu esposo, tu esposa, tu hermano, tu amigo. Esos son en primer lugar los que Jesús te puso. Con ellos tenés la ventaja de poder unir las dos clases de amor. Pero no olvides que el más importante es el que viene de Dios. Y después están las personas que cada día se cruzan en tu camino. No insultes al que te quita el lugar en la cola o hace una maniobra incorrecta con su vehículo, rezá por él, deseale el bien. Pedile a Dios que cambie. Tené compasión del que se equivoca. Aprendé a perdonar. Pedí perdón si te equivocás. No hieras la confianza ni los sentimientos. Cumplí con tus compromisos.

Como decía antes, el amor cura todo. Cuando uno es amado se siente seguro, valorado, estimado. Descubre el valor de las pequeñas cosas. Cuando uno ama de verdad, se siente libre, responsable, alegre, importante. El Amor todo lo puede.

Esto parece un ideal irrealizable, pero si el Señor lo manda, habiéndolo cumplido en su propia carne, es posible, porque "nada es imposible para Dios". Si te cuesta ponerlo en práctica, pedíselo a Él: "Jesús enséñame a amar como Vos nos amas".

Si se aman de ese modo serán mis testigos: no nos dejemos arrastrar por el mundo. Hay muchas personas que todavía tienen un pie en el mundo, se dejan atraer por las cosas del mundo y ponen en un segundo plano las cosas de Dios. Son los que aún no están convencidos de pertenecer al Reino de Jesús. Son esos que dicen creer y amar y hasta hablan de Dios y le rezan, pero a la hora de elegir terminan eligiendo por el mundo. Aman al mundo, se aman a sí mismos más que a Dios y al prójimo y por lo tanto su testimonio no sirve.

Somos instrumentos del amor de Dios para los demás. Y los demás no necesitan de nuestras migajas, sino del amor que recibimos para dar.


Hasta la próxima

viernes, 23 de abril de 2010

HOMILÍA SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

Como bien saben, la Solemnidad de Pascua tiene octava, esto es que durante una semana se continùa celebrando como si fuera el mismo dìa de la resurrecciòn del Señor. Esa semana se extiende hasta el Segundo Domingo que es el que hemos celebrado ayer.
A la liturgia del Segundo Domingo corresponde siempre el Evangelio de San Juan con el relato de las apariciones de Jesùs resucitado a sus discìpulos y la reaciòn de Tomàs.
Las otras lecturas varìan segùn el ciclo A, B o C.

La Resurrecciòn del Señor es el hecho màs importante de toda la historia de la humanidad. ¿què acontecimiento històrico puede tener mayor trascendencia e importancia para la vida del hombre que el hecho que un hombre vuelva a la vida. Todos tememos a la muerte y al futuro y hasta la Resurrecciòn del Señor no habìamos tenido ninguna soluciòn al respecto. Por eso el Señor, en su infinita misericordia quizo mostrarse resucitado, para que aquellos a los que habìa elegido como heraldos de su Evangelio, de su Reino, puediran transmitir lo que habìan visto y oìdo. Ellos tuvieron el privilegio de verlo y tocarlo para despuès anunciarlo. Y sin duda lo vieron y escucharon, porque de lo contrario nunca hubieran salido a predicarlo y a dar la vida por El. Pensemos que eran personas temerosas, cobardes, que se habìan escondido por miedo a que les pasara lo mismo que a Jesùs. Algo tuvieron que experimentar para cambiar y ser capaces de predicar en pùblico y morir por ese ideal.
La actitud de Tomàs es muy parecida a la que a veces tenemos nosotros con Dios y tambièn con nuestros hermanos. Necesitamos pruebas. Queremos poner a Dios en el microscopio, dudamos. Y lo mismo hacemos con los demàs. ¿cuàntas veces queremos recibir pruebas de que nos quieren, nos valoran, nos consideran?
Tomàs es el prototipo del hombre que sòlo le cree a Dios si se le aparece. No le cree a sus hermanos, no le cree a la Iglesia. ¿Cuàntas veces hemos escuchado: creo en Dios pero no creo en la Iglesia? Si es asì ¿de dònde sacaron a Dios? ¿Acaso tuvieron manifestaciones privadas de Dios? No hay otro camino de acercarnos a Jesùs si no es por la predicaciòn de la Iglesia.
Por otro lado es una negaciòn de la fe como posibilidad de conocer a Dios. Muchos ven a la fe como cosa del pasado, como invento de la Edad Media. La teologìa cristiana nunca vio una separaciòn entre fe y razòn, por el contrario, afirmò y afirma que la razòn necesita ser iluminada por la fe, y la fe encuentra en la razòn los medios para comprender lo que se puede entender del misterio. Por eso es que ambas se necesitan y complementan y cuando la razòn ya no puede avanzar màs entonces la fe le ayuda a ver lo que para ella es imposible.
Jesùs dice a Tomàs "felices los que creen sin haber visto". Felices los hombres de fe, los que han creìdo en el mensaje apostòlico por obra del Espìritu Santo. Pensemos en nuestra vida, en nuestras dudas, en las respuestas que buscamos y las que encontramos. Sòlo quien tiene fe en Cristo puede vivir feliz y tranquilo, sabiendo que su vida es eterna, que nunca pasarà. Pidamos al Señor cada dìa: aumèntanos la fe y danos confianza en los hermanos.

HOMILÍA VIGILIA PASCUAL

Queridos amigos
Feliz Pascua

Terminado el tiempo de cuaresma, en el que nos hemos venido preparando para la Pascua, celebramos con alegría la Vida nueva que hemos recibido por el Bautismo.
El Domingo de Ramos acompañamos a Jesús, que como Rey, ingresaba en la ciudad Santa de Jerusalén, pero sabíamos que lo hacía para padecer por nosotros. El relato de la Pasión de Lucas, nos trajo los detalles de la traición, la entrega, el juicio y la crucifixión. Me impresionó la mirada de Jesús a Pedro. Su discípulo elegido para ser Cabeza de la Iglesia, lo negó. Fue un acto de infidelidad, de bajeza humana. Pero también de debilidad. Pedro no actuó como Judas con maldad. Se dejó llevar por el miedo. De allí la mirada de Jesús, tierna, triste, compasiva. Jesús miró a Pedro y Pedro se convirtió. Todo lo que Jesús toca lo transforma.
El Jueves pudimos contemplar la actitud servicial de Cristo. El lavatorio de los pies nos ubica en nuestra realidad. Si alguno se cree superior a los demás la respuesta del Señor es el servicio. Servicio que se extiende a lo largo de la historia por medio de la presencia real eucarística que lo hace a Jesús vecino del hombre, habitante del barrio, amigo incondicional y siempre presente.
El Viernes meditamos acerca de la belleza de la Cruz. La cruz sin Cristo es un instrumento de martirio que se utilizaba para matar a los malechores. Pero como todo lo que Cristo toca lo transforma, la Cruz de Cristo es bella. Es bella porque expresa el amor de Dios por la humanidad y la obediencia de Cristo al Padre. Nosotros que solemos escaparle al dolor y al sufrimiento. Que no queremos saber nada de la cruz que nos tocó llevar, podemos tener dos actitudes: rechazar la cruz y hacerla más pesada y sin sentido o unirla a la del Señor y transformarla en algo bello capaz de redimirnos y redimir a los demás.
La Pascua nos muestra que después de un largo camino de oscuridad y sombra de muerte viene la luz. Después de la noche viene el día. Cristo cargó con su Cruz en silencio, confiando en el Padre, que permaneció callado. Nosotros debemos aprender a perseverar aún en los grandes contratiempos, porque al final del túnel hay una gran Luz, la Luz de Cristo resucitado, respuesta del Padre a quien obedece y ama hasta dar la vida. La Luz del Señor le da sentido a la vida del hombre. Una vez recibida esa Luz debemos cada uno iluminar la vida de los demás y dejarnos iluminar por la luz que los demás han recibido. A veces, por no dejarnos iluminar por la luz de los hermanos, nos perdemos de la Luz del Señor. Luz que todo lo cura, todo lo transforma.

Feliz Pascua de Resurrección

HOMILIA TERCER DOMINGO DE PASCUA

Este Evangelio lo podemos dividir en dos partes. En la primera se nos cuenta como fue la tercera aparición de Jesús a sus discípulos. Ellos estaban en la barca pescando y de pronto ven a un hombre en la orilla. Ninguno lo reconoció. Sólo el discípulo a quien Jesús amaba se dio cuenta de que era el Señor y así se los hizo saber a los otros. Pedro, al ver que era el Señor salió corriendo a su encuentro. Deberíamos preguntarnos ¿por qué ellos no podían verlo y reconocerlo? Jesús, se muestra y se hace reconocer ahora resucitado, a través de signos. Recordemos aquella escena de los discípulos de Emaús que lo reconocen al partir el pan. Para poder reconocerlo es necesario tener fe y saber distinguir los signos de los tiempos. Saber descubrir a Jesús presente en nuestra vida y en nuestra historia.

No pretendamos otros signos, tengamos fe en que Él realmente está. En un primer plano podríamos descubrirlo en todos los acontecimientos cotidianos. En esos momentos en los que a pesar de todo nos sentimos fortalecidos, en esas cosas lindas que nos pasan, como el afecto de un amigo o la sonrisa de un niño. También deberíamos descubrirlo en el sufrimiento, en los momentos de cruz. Allí está Él. Es nuestra tarea darnos cuenta.

En un segundo plano, deberíamos poder descubrir a Jesús en las personas, en los pobres y débiles, en los que no son tenidos en consideración.
Y en un plano más elevado, para el que se requiere una fe formada, Jesús se nos manifiesta de modo perfecto en la Liturgia de la Iglesia. En la Palabra y en la Eucaristía. Jesús presente y vivo entre nosotros nos parte el Pan de la Vida.

En la segunda parte del Evangelio Jesús pone a prueba, no ya la fe de Pedro, sino su amor. Pedro tres veces lo había negado. Recordemos aquella mirada de Jesús en el patio. Aquella mirada del amigo que se siente traicionado, dolido, abandonado. Esa mirada que dice más que mil palabras. Pedro, a pesar de tener fe, negó a Jesús, a su Maestro, a su amigo. Lo dejó solo. Demostró que su amor flaqueaba y por eso Jesús ahora lo interroga. No duda de la fe de Pedro, pero sí de su amor. Ese hombre que decía estar dispuesto a dar la vida por el Señor, por su amigo, hizo todo lo contrario. A veces los hombres somos rápidos para hablar pero lentos para actuar!!!!
No basta la fe de Pedro para que Jesús le confíe su Iglesia. Es necesario probarlo en el amor, en lo que había fallado. No es difícil la prueba, son sólo tres preguntas, como tres fueron las negaciones ¿me amas? Tú Señor lo sabes todo. Jesús lo sabía, pero quería oírlo de la boca de Pedro. Quería una profesión explícita de amor, que al mismo tiempo es un compromiso. Por eso luego le anuncia que Pedro moriría por Cristo y por el Evangelio.

Hermanos, creo que este Evangelio nos enseña a creer y a amar. A descubrir al Señor presente entre nosotros y a amarlo, ero no con un amor hablado, sino con un amor realizado, como todos esperamos ser amados.

HOMILÍA MISA POR LA SALUD DEL VICEGOBERNADOR 22 ABRIL 2010

Con motivo de rezar por la salud del Sr. Alberto Balestrini, Vice Gobernador de la Pcia. de Buenos Aires, la CGT local organizó una Misa que fue presidida, a pedido del Sr. Obispo, por el Canciller y Secretario General del Obispado, Pbro. Juan Morre.
Estuvieron presentes el Sr.Intendente Municipal Fernando Espinoza, Diputados Nacionales, Secretarios Generales de la CGT a nivel Nacional y Regional, Intendentes vecinos y numerosa cantidad de fieles.
Esta es la homilía pronunciada por el Celebrante




Nos hemos reunido hoy aquí en torno al Altar del Señor para rezar juntos por la hermandad, la unidad y la paz.
Rezar juntos, estar juntos. La Patria que hemos recibido como don y la Nación que debemos construir requiere de todos nosotros que estemos juntos, con nuestras diferentes miradas de la realidad, con el aporte que cada uno puede hacer, pero juntos. Las diferencias ideológicas, políticas, sociales, culturales, deben encontrar un punto de convergencia donde podamos encontrarnos.

En la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles se nos relata como este funcionario real se encuentra con Felipe, uno de los discípulos del Señor, que lo instruye acerca de lo que iba leyendo y no entendía. “Acércate y camina junto a ese carro” le dice el Señor. Acércate. Para poder estar juntos es necesario acercarse, conocerse, amarse. No puede haber auténtica fraternidad sin amor y no puede haber amor sin conocimiento y no puede darse ese conocimiento si no nos acercamos. El funcionario real leía a Isaías, pero no entendía nada. Ante la ignorancia de un hombre que buscaba la verdad, el bien, la felicidad, ante la ignorancia de un hombre de buena voluntad, sale al encuentro la Palabra de Dios, la mediación de la Iglesia de Jesucristo que viene a iluminarlo. El etíope encontró la respuesta que buscaba y se hizo bautizar. Su camino se transformó, su vida se transformó. Jesús lo transformó.

En el Evangelio Jesús se proclama como el Pan vivo que ha bajado del Cielo. Todos sabemos bien el significado del pan. Signo de comida, de alimento, de prosperidad, de bendición. Recuerdo que cuando era chico, mis padres me enseñaron que no debía tirar un pan sin antes darle un beso. Seguramente un beso de gratitud por poder comer, por tener trabajo, salud, familia, bienestar. Por tener un papá y una mamá que me cuidaran, me educaran y me hicieran crecer como persona.
Cada uno podría agregar un significado personal al pan. Pero deberíamos resumir todo en su más profundo sentido, es una bendición. Es decir una manifestación del amor de Dios por su Pueblo, por sus hijos, por todos los hombres. Como nos dice el salmo”la salvación de Dios es para todos”. Y la salvación de Dios es Jesucristo, Él es nuestra salvación. Pero no una salvación mágica, invisible, inaccesible, sino una salvación encarnada, cercana, hecha pan y Pan de Vida, vida que tanto necesitamos en medio de una cultura de muerte. Siempre el hombre necesitó de Dios, pero en estos tiempos tan complicados, aún más debemos volvernos sobre nuestros valores cristianos y desde ellos mirar la vida, la sociedad, al hombre, a la familia fundada en el matrimonio entre varón y mujer, con la mirada de Dios.
Yo soy el Pan de Vida, nos dice hoy Jesús. Es nuestro Pan de Vida.
Si hablamos de hermandad, debemos remontarnos a un Padre común. Somos hermanos porque tenemos un mismo Padre, el Señor.
Pedimos unidad. Las diferencias humanas, políticas, sociales, encuentran su vínculo de unidad en el amor que viene de Dios. Sin Dios Padre, los hombres no podemos ser hermanos y lejos de vivir la fraternidad nos convertimos en Caín o en palabras de Tomas Hobbes “el hombre se hace lobo del hombre”. Ya lo decía el fundador del movimiento obrero “Unidos o dominados”. Pero recuerden no puede haber verdadera unidad sin fraternidad y no puede haber fraternidad sin Dios.
Y pedimos paz. Esta palabra tan breve y sencilla nos habla de una necesidad imperiosa de los hombres por tener tranquilidad, felicidad, sosiego, bienestar, una vida armónica con los demás, en justicia social y bien común. Bien común que significa defender los derechos de los más débiles, reconociendo su dignidad personal desde la concepción y hasta la muerte natural. Dando a cada uno lo suyo, en respeto a la igualdad que no es lo mismo que igualitarismo. La diversidad religiosa, social, cultural, sexual, debe ser una riqueza que nos une y no una diferencia que nos empobrece. Querer ser iguales no enriquece sino que quita la posibilidad de compartir la diferencia.

También pedimos a Dios que bendiga en estos momentos difíciles a nuestro Vice Gobernador, Alberto Balestrini, para que lo ayude a sobrellevar su Cruz, con la seguridad que también en él se cumplirá la Pascua del Señor.

Recemos hermanos, recemos y preparemos nuestro corazón para recibir al Pan de la Vida Eterna, al Pan de tu felicidad, para que construyamos juntos, en este Bicentenario, de rodillas ante el manto celeste y blanco de la Virgen de Luján, una Patria de Hermanos.

Amén

domingo, 14 de marzo de 2010

VOCACIONES ¿PARA QUE?

Hoy es bastante desesperanzador ver nuestros seminarios no solamente vacíos sino, lo que es peor, cerrados. Lo cual nos está diciendo que existe una profunda crisis vocacional. Sabemos que el que llama siempre es Dios, y esto nos lleva a preguntarnos si Dios ha dejado de llamar. Lo cual nos parece imposible. Dios ama a su Iglesia y seguirá guiándola hasta el final de los tiempos. Entonces ¿cuál es el problema?
Podríamos enumerar una cantidad de factores que explicarían esa falta de vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Falta de promoción vocacional, falta de una verdadera pastoral vocacional, falta de formadores idóneos en las parroquias y en los centros de jóvenes, el secularismo, el pansexualismo...... en fin, podríamos abundar y nunca acabar.
Sin embargo, en mi humilde entender, el problema vocacional es mucho más agudo y profundo. Si lo reducimos a la vida sacerdotal y religiosa, perdemos el verdadero enfoque. Creo que el problema vocacional es un problema que abarca a la vida cristiana toda. No hay una respuesta bautismal al llamado a ser hijos de Dios. Las familias, las instituciones, las personas, se han apartado de la fe y éste es el gran problema que deberíamos estudiar, buscando medios pastorales para volver a anunciar a Cristo. Estamos llenos de diagnósticos, de pronósticos, de documentos y de planes y caminos pastorales, pero ¿anunciamos a Cristo al mundo? A veces los medios los hemos transformado en fines y, cada maestrito con su librito, lo único que hacemos es detener la acción misionera a la que estamos obligados por el Bautismo. Y es en este punto donde querría profundizar mi reflexión.
¿Cómo preparamos a los catecúmenos? Pensemos que en los próximos años aparecerán aquellos cuyos padres, creyendose muy modernos y actualizados, no han bautizado de niños. ¿Estamos preparados para recibirlos? ¿Qué proyecto formativo tenemos? ¿Estamos realmente al nivel que las circunstancias nos exigen? o ¿seguiremos practicando la ley del menor esfuerzo?
En el caso del catecumenado de niños y adultos, estamos frente a un medio tan antiguo como la Iglesia, que ha dado resultados riquísimos y hoy son pocos los que saben que existe. Y deberíamos saber que es obligatorio. Muchos párrocos hacen una catequesis y bautizan al adulto como si fuera un niño recién llegado a este mundo.
En la práctica de los sacramentos de iniciación también existe mucha desidia. Nos conformamos con unas charlas que apenas introducen en el conocimiento de Cristo. Es como un barniz. Ni hablemos de las exigencias a los padrinos y a los tiempos de preparación. Hemos inculturado tanto la pastoral que a veces parecemos asistentes sociales!!!!
Por eso sostengo que el problema vocacional pasa por el ser o no cristiano, antes que ser o no sacerdote o religioso, o casado.
Si nuestras parroquias no tienen jóvenes. Si los más capaces de nuestras comunidades no se acercan y tampoco los buscamos, ¿De dónde van a salir las vocaciones?
Espero sus reflexiones para poder seguir pensando....

POR QUE NO TENEMOS VOCACIONES? QUIZÁS DEBAMOS IMITAR A ESTE OBISPO

La estrategia de un obispo para hacer florecer el seminario de su diócesis
Por primera vez en nueve años, crece el número de seminaristas en España

MADRID, domingo 14 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- "Cuando en 2005 llegué a la diócesis de Tarazona, me encontré con el Seminario casi vacío", explica el obispo Demetrio Fernández en una carta pastoral escrita con motivo del próximo Día del Seminario, que se celebra en la mayoría de las diócesis españolas el 19 de marzo.

Lo primero que hizo el obispo ante la situación del seminario diocesano, fue rebelarse y elevar muchas oraciones.

"No me podía resignar a esta realidad tan aplastante, tan desesperanzadora para una diócesis, y comencé a rogar al Señor insistentemente que nos enviara obreros a su mies, que abriera caminos a esta situación sin salida", explica.

"Así lo pedí a muchos conventos de clausura de la diócesis y de España -continúa-. Por todos los lugares de la diócesis y en muchos de mis escritos ésta ha sido una intención especial y continua; y he visto que mucha gente ha rezado por el seminario de Tarazona".

Después de sentar estas bases espirituales, tomó una primera decisión material: organizar un curso de espiritualidad "para intensificar la vida espiritual de dos seminaristas que habían de ordenarse presbíteros en breve plazo", indica.

Esta decisión llevó nueve alumnos al seminario de Tarazona, que en septiembre de 2005 comenzaban el curso de espiritualidad.

Así, la vida del Seminario, ya en Tarazona, fue organizándose en el triple aspecto de disciplina, espiritualidad y estudios. "Daba gusto ver a estos jóvenes caminar hacia el sacerdocio", recuerda el prelado.

Actualmente, catorce seminaristas se preparan para el sacerdocio y estudian en el Centro universitario de estudios teológicos de la Inmaculada, dependiente de la Facultad de San Dámaso de Madrid.

"Yo no he buscado a ninguno, han sido en torno a 40 jóvenes los que han llamado a nuestras puertas", destaca.

El obispo también agradece a la diócesis de Tarazona por las "oraciones, limosnas y alientos de todo tipo", así como a tantas personas que "habéis secundado esta intención primordial del obispo".

"En medio de las tribulaciones de la vida pastoral, que no han faltado, éste ha sido el mejor regalo de Dios en estos cinco años para mí, para la diócesis, para la Iglesia", afirma monseñor Fernández, nombrado recientemente obispo de Córdoba, diócesis que cuenta con unos cincuenta seminaristas.

Cinco de los jóvenes que han entrado al seminario de Tarazona en los últimos cinco años ya han sido ordenados presbíteros y otros cinco serán ordenados al acabar el curso.

Además, cinco o seis hombre más están en camino de convertirse en sacerdotes dentro de un año o poco más.

Ellos forman parte de los 1.265 seminaristas que se están formando en los seminarios de España durante este curso 2009-2010, 42 más que el curso pasado.

Se trata de una cifra esperanzadora en este Año Sacerdotal, ya que rompe la tendencia a la baja del número de seminaristas que existía en España desde hacía nueve años.

Por su parte, el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, afirmó que el futuro de las vocaciones "depende de la calidad del testimonio personal de todos los cristianos", en su carta pastoral del pasado domingo.

"La fecundidad de la propuesta vocacional es verdad que depende en primer lugar de la acción gratuita de Dios", indicó, pero a ella ayuda "la calidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de todos los cristianos".

Este año, el lema para el Día del Seminario elegido por la Conferencia Episcopal Española es "El sacerdote, testigo de la misericordia de Dios" con el trasfondo del Año Sacerdotal y, muy especialmente, de la figura del Santo Cura de Ars.

sábado, 27 de febrero de 2010

HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZAS

Pbro. Lic. Juan Morre

Como dice nuestro obispo “con la celebración del miércoles de Ceniza, nos comprometemos a recorrer juntos como Iglesia, el camino hacia la Pascua. Necesitamos integrar nuestra vida en el Misterio Pascual, ser iluminados y renovados desde denro de nuestra realidad personal, familiar y comunitaria”

Comenzamos con imposición de las cenizas. La ceniza, del latín “cinis”, es producto de la combustión de algo por el fuego. Por extensión, pues, representa la conciencia de la nada, de la muerte, de la caducidad del ser humano, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia.
Ya podemos apreciar esta simbología en los comienzos de la historia de la Salvación cuando leemos en el libro del Génesis que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gen 2,7). Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin: “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19). En Gén 18, 27 Abraham dirá: “en verdad soy polvo y ceniza. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. La ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (Jb 42,6) es explícítamente signo de dolor y de penitencia.
El gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente, se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y entrada al ayuno cuaresmal y a la marcha de preparación para la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

Por eso cuando nos acerquémos a recibir las cenizas, meditemos muy bien en nuestro corazón las palabras que pronunciará el celebrante al imponérnoslas en forma de Cruz: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio” (Cf Mc1,15) y “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver” (Cf Gén 3,19). Para que de verdad sea un signo y unas palabras que nos lleven a descubrir nuestra caducidad, nuestro deseo y necesidad de conversión y aceptación del Evangelio, y el deseo de recibir la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

Todos los hombres, también los cristianos, también los que se creen muy buenos, necesitamos un cambio de mente, una metanoia, una conversión. Es como cuando llevamos la computadora a arreglar y le borran todo el disco para empezar de nuevo. Quizás a lo largo del año vamos llenando nuestro corazón, nuestros sentidos y nuestras mentes de aquellas cosas que lejos de acercarnos a la felicidad nos apartan de ella. Cosas y tal vez personas que nos infectan, nos manchan, nos alejan del camino. Imágenes, palabras, sentimientos, reconres, broncas….. que arrugan nuestro corazón y no nos permiten amar con libertad. Cuando las cosas nos esclavizan, terminan siendo nuestros amos. Cuando las personas nos hacen daño, nos hieren, nos conducen por caminos equivocados, se burlan de nuestra fe, desprecian a quienes amamos…. se transforman en un verdadero peligro que pone en riesgo nuestra felicidad. Como la computadora, nos llenamos de virus que no nos dejan funcionar. Sólo el hombre que pone su confianza en Dios, que se sabe débil y pecador, se humilla ante su Creador y busca el camino que lo conduce hacia Él como el enamorado busca el camino que lo lleva a la casa de su amor. De esto se trata la conversión, de limpiar nuestra vida, y de proponernos comenzar una nueva vida iluminada por la luz de la Pascua. Como la ceniza desaparecemos para resucitar con la Luz de Cristo.

Permítanme indicarles dos caminos que nos señalan nuestros Pastores como medios para alcanzar la conversión, o mejor dicho seguir creciendo en el conocimiento y amor de Dios que nos llevará a la santidad de vida y nos hará agradables, no sólo a Dios sino también a los hermanos, a los que necesitan que seamos buenos, que seamos santos.

Por un lado Mons. Martini nos propone el camino de la Belleza. Dios es la Belleza en sí mismo. “La Cuaresma vivida como búsqueda y encuentro, nos hace sensibles a la belleza luminosa de la Pascua, como el paso de la muerte a la Vida y del pecado a la gracia de hombres nuevos, embellecidos por las manos del Creador y Redentor”
La Belleza nos atrae, produce en nosotros un deseo que nos mueve a buscarla. ¡Cómo corre el enamorado a buscar a su amada, cómo suspira por la ausencia de su amor! ¡Cómo corren los turistas buscando la belleza de los paisajes! “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Señor”. Así debemos correr nosotros en busca de Dios. Para hacerlo necesitamos levantar los ojos del piso, de la tierra de nuestra vida cotidiana hacia lo trascendente. Tenemos que aprender a mirar al Cielo y así unir en nosotros el Cielo y la tierra. Dejémonos atraer y admirar por la Belleza de Dios!!! “Somos atraídos por Jesús de diversas maneras- agrega Martini- y muchos sin saberlo en el sufrimiento y en el amor sano a los demás”. Jesús nos habla en su Palabra y nos alimenta con su Cuerpo y Sangre. Si nos enamoramos de la Belleza de Jesús, Él es la Belleza, entonces nuestra relación con Él dejará de parecernos una obligación, sino que se convertirá en un deseo profundo, en una necesidad que hará que cada Eucaristía, cada Domingo, nos veamos ansiosos por encontrarnos con Él. Viviremos los días que nos separan entre domingo y domingo con la ansiedad del enamorado, con el deseo profundo de un amigo que espera encontrarse con su amigo.

Por otro lado el Santo Padre nos habla de la justicia de Dios que se ha manifestado por la fe en Jesucristo, tomando como texto de referencia Rm. 3,21-22.
La justicia es la virtud por la que a cada uno se le da lo suyo. Pero ¿qué es lo suyo? nos interpela el Papa. ¿Qué es lo más propio del hombre? “Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si “la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios” (De Civitate Dei, XIX, 21).
La necesidad de conversión, viene entre otras cosas, de la necesidad deliberarnos del impulso egoísta. “Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?”
“Para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?”
En otras palabras ¿puede el hombre recibir lo que le corresponde? La respuesta es enfática: Si, si cree en Cristo que ha pagado la culpa de todos. “Dios ha pagado en su Hijo por nosotros el precio del rescate”
Muchas veces sufrimos por la personalidad que tenemos y nos proponemos cambiar buscando distintos medios: psicólogos, asesores, esfuerzos. Todo eso puede ayudar. Pero si no tenemos la ayuda de la gracia, difícilmente podamos mantenernos en el cambio. “Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.”
“Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.”
La justicia humana exige vindicación, equidad, que el agresor reciba su merecido. La justicia divina en cambio, solo pide amor, que nos sintamos deudores de Dios, porque no tenemos modo de pagar por su amor.
Para terminar deberíamos preguntarnos ¿cómo podemos ser justos con Dios? ¿Qué le corresponde a Él? ¿Qué es lo “suyo”? ¿Si nos ha comprado al precio de la Sangre de su Hijo Único, si no tuvo en cuenta el dolor de Jesús en la Cruz para salvarte a vos, para salvarme a mí? La respuesta es muy simple: A DIOS LE CORRESPONDEMOS NOSOTROS, SOMOS SUYOS, A ÉL PERTENECEMOS. A ÉL LE PERTENECEN NUESTROS HIJOS.

Por eso hermanos para concluír, dejémonos atraer por la Belleza, dejémonos amar por Dios. Escuchemos su Palabra, recibamos su Cuerpo y Sangre. Dejémonos cuidar, proteger, curar por el Dios que es Amor. No seamos egístas con Él. No lo pongamos en segundo lugar. Démosle en nuestra vida el lugar que le corresponde, el primero y principal. No lo cambiemos por excusas pobres que sólo demuestran nuestra falta de fe y de amor. Y seamos justos con los nuestros, démosle lo que les corresponde. A veces vamos a encontrar rechazo o resistencia. Me pregunto cuando un hijo está enfermo y debe tomar un remedio que no le gusta ¿se lo dejamos de dar? Y cuando tiene que levantarse temprano para ir a la escuela y se queja ¿lo dejamos de mandar? ¿Por qué entonces cuando debemos darle a Dios, bajamos los brazos ante su resistencia? ¿no será acaso porque nos falta fe?

Que todos estos pensamientos nos ayuden a transitar la Cuaresma en oración, ayuno y penitencia para llegar a la Pascua del Señor con alegría profunda en el corazón, desprendidos de la fealdad e injusticia del mundo que nos rodea.

Amén.

HOMILÍA PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Pbro. Lic. Juan Morre

En la primera Lectura, Moisés le enseña al Pueblo a ser agradecidos con Dios. Si prestamos atención vamos a ver que hay muchos elementos comunes con nuestra liturgia actual:
. La ofrenda presentada ante el sacerdote. Es el esfuerzo del trabajo, las primicias de nuestras realizaciones. Un modo de devolverle a Dios lo que Él nos ha dado primero a nosotros.
. La oración de memorial. Hace presente la historia de la salvación con el reconocimiento que Dios ha liberado a su Pueblo de la esclavitud. Este memorial recitado al modo de un Credo o símbolo de fe, no sólo recuerda el pasado sino que lo hace presente. Dios sigue siendo el Dios que libera y cura, el Dios de la Alianza.
. La adoración. El encuentro con Dios tiene que ser un encuentro de adoración, donde la criatura se reconoce pobre, indigente, necesitada y reconoce en Dios al único Señor capaz de liberarla. Adorar a Dios es reconocer que Él es Dios y que no hay ninguno más. Es reconocer nuestra propia miseria. Nada le añade nuestra adoración a Dios, pero sí a nosotros porque nos hace participar de su gloria. Como nos enseña san Ireneo “ Del mismo modo, el servir a Dios nada le añade a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión; es él, por el contrario, quien da la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que lo siguen y sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirlo y servirlo, sin recibir de ellos beneficio alguno, ya que es en sí mismo rico, perfecto, sin que nada le falte. La razón, pues, por la que Dios desea que los hombres lo sirvan es su bondad y misericordia, por las que quiere beneficiar a los que perseveran en su servicio, pues, si Dios no necesita de nadie, el hombre, en cambio, necesita de la comunión con Dios.
En esto consiste la gloria del hombre, en perseverar y permanecer en el servicio de Dios” No adorar es creerse dios.

En la segunda Lectura San Pablo nos enseña el camino de la salvación que pasa por creer y dar testimonio de Jesús. No basta con solo creer, sino que es necesario dar testimonio. Lo que la Iglesia llama discípulo misionero de Jesucristo. Es por tanto necesario creer con el corazón y anunciar con los labios que Él es el Señor que ha resucitado de entre los muertos.
No alcanza con sólo decir “Señor, Señor”, si esa fe no va acompañada de obras. Tampoco las obras por sí mismas nos salvarán si no son manifestación de nuestra fe.
A vivir esta fe estamos llamados todos, ya no hay diferencia, dice San Pablo entre judíos y no judíos.

Hasta aquí vemos un rasgo común y esencial a la fe judeo cristiana. Es una fe comunitaria, que tiene como origen y fin al Dios Creador y Liberador. Que diviniza las realidades humanas elevando nuestro trabajo hacia el Cielo y que reconoce a Dios como el único Dios y objeto de nuestra adoración.

Hay personas que dicen “yo creo en Dios a mi manera” o “yo creo en Dios pero no en la Iglesia” o “yo rezo a mi manera”. Este pecado es fruto del relativismo en el que hemos caído, todo da igual. Es el cambalache del que ya nos habló Discépolo. El relativismo, tan denunciado por el Papa, es la ideología que nos hace creer que todo está bien si nos hace sentir bien. Eso conduce al subjetivismo. Ya no hay normas comunes fundadas en la ley natural sino que cada uno hace lo que “siente” lo que cree mejor sin escuchar la voz de Dios ni la voz de los hermanos. Se han creado teologías y doctrinas personales para justificar la falta de fe y de compromiso serio con Dios. Este camino, que lamentablemente muchos han elegido para sí y para sus hijos, conduce necesariamente a la esclavitud y a la muerte. Este subjetivismo lleva al egoísmo y la manifestación más clara es decir “Dios me salvará a mí a mi manera”. ¡Qué tristeza produce el ver a tantos padres, o responsables de otros, que se ocupan sólo de su salvación y no invitan u obligan a sus hijos a adorar a Dios como Él desea ser adorado! Siempre pienso en aquellas palabras de Jesús: “el que come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá la Vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. ¿Qué fe tienen esos padres que no se afanan porque sus hijos se alimenten de este Pan y este Vino?

En el Evangelio Lucas nos relata las tentaciones de Jesús en el desierto.
La tentación es algo que puede venir de nuestro interior, en donde dice Jesús nace el pecado y la maldad. Así es el egoísmo, la envidia, los pensamientos y deseos impuros, los adulterios, la maldad, la infidelidad, la deslealtad. Pero puede provenir también desde el exterior, como es en el caso de las tentaciones que debió padecer Jesús.
Así de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Es como cuando alguien que se dice nuestro amigo nos habla mal de otro para que nos separemos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil.

Siguiendo el mensaje cuaresmal que iniciamos el miércoles de Ceniza podríamos decir que Jesús, que es la Belleza, se enfrenta al demonio, que es la fealdad personificada. El demonio quiere apartarlo de Dios y lo prueba poniendo en tela de juicio la filiación divina de Jesús “si eres el Hijo de Dios…”. Quiere que Jesús renuncie a la Belleza por un poco de pan. Así sucede con los que se han olvidado de Dios por tener algo más. Se han dejado seducir por el demonio que les ofrece bienes materiales. Son los que dicen “yo creo en Dios pero tengo que trabajar. No puedo ir a Misa porque estas obligaciones me lo impiden” Estas personas se han dejado seducir por el demonio. Cuando hay algo o alguien que sea más importante que Dios, tengan por seguro que han caído en las garras del demonio.
En al segunda tentación el demonio quiere que Jesús lo adore a cambio de todos los reinos que se ven desde la altura. ¡Cuántas veces el poder pierde a las personas! El poder debe ser servicio, no opresión. Estamos acostumbrados a un poder egoísta que sólo busca su propio bien. Eso es demoníaco, sea quien sea el que lo ejerza. El Papa nos habla de la Justicia de Dios que es Jesucristo, Él es la justicia de Dios para nosotros, Él ha pagado el precio de nuestro rescate. Cuando el poder se corrompe nos aleja de la justicia divina. Cuando somos corruptos en nuestras relaciones comerciales, en nuestro trabajo, con nuestros compañeros o empleados, nos hemos dejado seducir por el demonio y hemos caído en su trampa.
La última tentación es quizás la peor de todas porque como dice Jesús “no tentarás al Señor tu Dios”. A veces tentamos a Dios poniéndonos al límite de la insolencia. Así obran quienes dicen “hago lo que quiero total Dios me va a perdonar” y no reconocen nunca su pecado. Es la tentación en la que han caído quienes se han hecho normas propias y no quieren obedecer a Dios y a la Iglesia.

Hermanos, Jesús nos muestra que hay dos caminos. Para seguir el suyo contamos con su gracia que nos da en la Palabra y los Sacramentos. “Tú eres mi Dios y en Ti confío”. Ese es el único camino que nos conduce a la Belleza, al Bien y a la Verdad. El otro camino nos lleva a la esclavitud, al encierro en nosotros mismos y a la muerte eterna. Cada uno sabrá cuál elige.
El que tenga oídos para oír que oiga.

Amén.

HOMILÍA SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Pbro. Lic Juan Morre

En la primera Lectura correspondiente al Libro del Génesis, se nos relata un pacto entre Dios y Abram. Dios lo sacó de su casa y lo llevó a mirar el cielo, le hizo ver las estrellas y contarlas y luego le prometió que así sería su descendencia.
Abram era un arameo errante. Como muchos de sus contemporáneos, se dedicaba a la cría de animales yendo de un lugar para otro para alimentar a su rebaño. Él ya era anciano y su esposa Sara además estéril.
Por eso la promesa de Dios, de un Dios que todavía no se había revelado en plenitud, puede paracer a los ojos de Abram un despropósito. Naturalmente las condiciones eran totalmente adversas para que la promesa se cumpliera. Sin embargo, dice la Escritura, él creyó y por eso fue considerado un hombre justo, un hombre santo. Abram creyó contra toda esperanza.

Lo que continúa es un ritual que utilizaban las partes para hacer un contrato. Se sacrificaban animales, se los ponía de un lado y del otro y los contractuantes pasaban por el medio, para significar que si alguno no cumplía con el pacto le pasaría igual que a esos animales.

En medio del sacrificio pasa el fuego, signo de la presencia de Dios. También Dios se abaja para dar su Palabra. Es la Alianza de Dios con Abram que se va a ir reiterando y actualizando con Moisés y con el pueblo hasta llegar a la Nueva y Eterna Alianza en Jesucristo. Es interesante ver cómo, a pesar de ser el hombre el que incumplió reiteradamente la Alianza por no creer en Dios o por no saber esperar sus tiempos, es Dios el que a través de su Hijo termina como los animales derramando la Sangre. La nueva Alianza no necesita de animales, porque es Dios quien provee al Cordero para el Sacrificio. Hasta en esto Dios toma el lugar del hombre, para rescatarlo, para salvarlo. Por eso el Papa nos dice que “no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el exremo, hasta aceptar en sí mismo la maldición que corresponde al hombre, a fin de transmitirle la bendición que corresponde a Dios”

En la segunda Lectura, san Pablo exhorta a los filipenses para que sean fieles a Cristo y les pide que lo imiten a él que se mantiene firme en la fe del Señor. Les pone como antimodelo a los que son enemigos de la cruz del Señor buscando sastisfacer su vida con las cosas de la tierra. Por eso les recuerda que los cristianos somos ciudadanos del cielo y hacia allí vamos, sabiendo que si morimos con Cristo resucitaremos con Él. Que si somos capaces de vivir aquí como sus discípulos, podremos participar de su gloria y mucho más aún.

El Evangelio de San Lucas nos relata la transfiguración. Antes Jesús había consultado a los discípulos acerca de lo que la gente decía de Él: ¿quién dice la gente que soy yo? Y Pedro había hecho su profesión de fe. “Tú eres el Mesías el Hijo de Dios”. Para que esto no les hiciera perder de vista el verdadero sentido del mesianismo de Jesús, el Señor les anuncia que debe subir a Jerusalén y entregar allí su vida. Evidentemente esa noticia calló muy mal entre los discípulos que esperaban a un Mesías poderoso que los liberaría de las esclavitudes temporales y políticas, de la pobreza y de tantas ataduras que tienen las sociedades. Sin embargo Jesús quiere demostrarles que su reino no es de este mundo. Que ilumina a este mundo, pero que lo trasciende.
Ante la angustia de sus discípulos invita a tres de ellos a acompañarlo a la montaña a rezar. La montaña simboliza la morada de Dios, el lugar donde Dios se manifiesta (teofanía). Y mientras ellos dormían porque era de noche, cuando Jesús termina su oración se produce este hecho maravilloso que adelanta la visión de la gloria de Dios.
Aparecen dos testigos que estaban esperando a Jesús, Moisés y Elías. Dos personajes que representan a todos los justos que creyeron en Dios y en sus promesas y que ahora van a poder ver su cumplimiento.
Cuando Moisés hablaba con Dios, su rostro se ponía radiante. Como si una luz lo iluminara desde adentro, como una lámpara o un velador. Ahora todo el Cuerpo del Señor queda iluminado, cambia su figura y resplandece como el sol. Y aquí viene la revelación más importante. Antes los hombres habían expresado su parecer acerca de Jesús. Pedro había hecho su profesión de fe en su mesianismo. Pero faltaba la voz de Aquél que sabe quién es Jesús. “Este es mi Hijo, el amado, escúchenlo”. Dios mismo da fe, sale de testigo de Jesús y nos da a nosotros una orden, “escúchenlo”.
Dios ha manifestado su belleza. Por eso la Cuaresma, nos tiene que ayudar a descubrir esta belleza de Jesús que se manifiesta en nuestra vida. Como nos dice el obispo en su carta pastoral de Cuaresma “La Cuaresma vivida como búsqueda y encuentro, nos hace sensibles a la belleza luminosa de la Pascua” y citando al Papa “La belleza es la clave del misterio, llamada y camino hacia lo trascendente, hacia el Misterio último, es decir hacia Dios”.

La contemplación de la Belleza necesita preparación. No podemos salir de la oscuridad al sol sin ser encandilados, heridos por su luz. No podemos pasar de la oscuridad, de la chatura, de la mediocridad de nuestra vida y entrar en la Luz Pascual sin ser encandilados. Y a veces el encandilamiento no nos deja ver la realidad, nos enceguece. Por eso este tiempo de preparación. Necesitamos preparar nuestra vida para poder contemplar al final del camino el rostro de Dios.

Hermanos, no nos distraigamos. No hagamos como aquellos que sólo viven para comer, que sólo viven para las realidades inmediatas, que vuelan muy bajo, que no se dejan seducir por lo trascendente, que se conforman con la belleza creada y no buscan al Creador. Seamos fieles a la Alianza sellada con la Sangre de Cristo. Dejemos que Él guíe nuestros pasos, no nos encerremos en la oscuridad de nuestra vida. Él nos ama, nos busca, nos atrae, nos desea. Dejemos que el anticipo que nos muestra en la transfiguración de cada Eucaristía nos conmueva y aumente en nosotros el deseo de verlo, de tenerlo, de amarlo.
A veces este paso nos da miedo y no tenemos el coraje de romper con las ataduras que nos dan una aparente seguridad, trabajos, personas, situaciones, que nos alejan de Dios. Hagamos como Abram, que creyendo contra toda esperanza, abandonó su tierra, sus propiedades, su familia y salió obediente por el camino que Dios le trazaba, y hoy puede gozarse de ver cumplida la promesa porque es el padre de una multidud de estrellas que somos todos los creyentes en Dios.
Tengamos el coraje de poner a Dios por encima de todo. No nos aferremos a bellezas efímeras, a amores pasajeros. Cuando murió la reina, san Francisco de Borja, que era su consejero, se acercó al ataúd y vió allí los despojos de quien había sido modelo de belleza y poder. Al ver todo eso descomponiéndose en un cajón exclamó “nunca más serviré a un Señor que se me pueda morir”.

Convertirse a Cristo es desearlo “creer en el Evangelio, dice el Papa, significa salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad”. Este reconocimiento de la pobreza propia y de la necesidad de los demás se llama humildad, y es esta virtud la que nos hace falta para dejarnos ayudar por Dios y por los hermanos, especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Quienes dicen yo me confieso con Dios, o yo no tengo pecados, en realidad lo que dicen es yo soy autosuficiente, yo puedo salvarme solo. A esos, no les faltan pecados, lo que les falta es humildad. De allí nacen las excusas ¿por qué me tengo que confesar con otro hombre? ¿Qué mal puedo hacer yo? Si seguimos atentamente las enseñanzas de estos domingos, vamos a descubrir que pecar no es sólo violar alguno de los diez mandamientos, sino que es algo mucho más profundo que oscurece el alma y nuestras relaciones con Dios y con los demás. Es creerse autosuficiente, creerse que con mis ideas, mis criterios, mis gustos, mis normas, mis leyes, puedo salvarme, sin escuchar a Jesús que nos habla por la Iglesia “el que a Uds los recibe, me recibe a mí” “lo que ates quedará atado”

Pidamos al Señor que nos ayude a seguir subiendo el monte, que nos ayude a vivir las prácticas de la oración, la penintencia, el ayuno, la limosna y sobre todo que nos vaya mostrando el camino, como una linterna, para que podamos llegar al monte de la Pascua y contemplar la belleza de su resurrección que es la nuestra.

Amén