jueves, 21 de abril de 2011

Jueves Santo

Disculpen la redacción. Es una homilía dicha durante la Misa.

JUEVES SANTO
INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
MANDAMIENTO NUEVO DEL AMOR

Ex. 12, 1-8.11-14
Sal. 115
1Cor. 11,23-26
Jn. 13,1-15


¿Cómo poder hablar del Amor? ¿Cómo podemos hablar del Amado?
Es muy difícil predicar hoy del Amor que uno experimenta día a día. Intentaremos aproximarnos al Amor para comprender su misión y su mensaje.

Como nos enseña el Cadernal Ratzinger (La Eucaristía centro de la vida), el relato de Juan acerca de la Pasión hay que encuadrarlo entre el lavatorio de los pies y la lanzada de los soldados sobre el costado de Jesús.
Es un mismo y único hecho que se va desarrollando a lo largo del triduo pascual.

La cena durante la cual Jesús le lava los pies a los discípulos (no sabemos si es propiamente una cena pascual o una cena entre amigos, en definitiva es la última Cena de Jesús) es el preludio de la culminación del cumplimiento de la misión del Señor. Jesús anticipa sacramentalmente lo que iba a padecer al otro día “mientras se ofrecían los corderos en el Templo”. Recordemos que los judíos ofrecían cada año el sacrificio de un cordero y todos en ese día se transformaban en sacerdotes, puesto que ofrecían en los altares, la sangre de las víctimas que inmolaban en el patio del Templo (hoy la explanada de la mezquita de Al-Aqsa) que tenía trescientos metros de largo. Era la celebración de la salida de Egipto que hemos escuchado en el libro del Éxodo.
Una vez sacrificados los animales durante el día 14 de Nisán (mes de las flores) lo llevaban para compartir con la familia y si esta era pequeña con los vecinos y amigos.
San Juan, con la intención de demostrarnos que Cristo es el verdadero Cordero de Dios, ubica la muerte de Jesús, a la misma hora en que eran sacrificados los corderos en el Templo.
Pero la entrega la anticipa como signo durante la última cena, entre sus amigos. Son dos los gestos que nos dicen que Jesús se inmola: por un lado el relato de los sinópticos y san Pablo (que hemos escuchado hoy) que nos dice cómo Jesús transformó el pan y el vino de la cena en su Cuerpo y en su Sangre., mandando a los discípulos a hacer lo mismo, tal como Dios lo ordenó a hacerlo en el Éxodo. Es el modo de quedarse para siempre con nosotros hasta el fin de los tiempos. Por otro lado Juan nos cuenta en el Evangelio de hoy que Jesús le lavó los pies a los discípulos. Aparenta ser un signo más simple, menos importante y sin embargo está lleno de contenido salvador. La clave está en que Jesús se humilló para lavarle los pies a la humanidad. Es una revelación de su misión y al mismo tiempo de la misión de su Iglesia “si Yo les he lavado los pies a ustedes, ustedes deben hacer lo mismo”. De ese modo, Eucaristía y misión quedan estrechamente unidas para siempre. La Eucaristía lleva a la misión y la misión a la Eucaristía.

Cristo dice que se va a entregar, hace los gestos y al otro día muere, da cumplimiento a la promesa. Muere para vivir y para que vivamos. “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”. Jesús se autoproclama Amigo de la humanidad.
“Del costado abierto de Jesús salió sangre y agua”. San Pablo, nos dice que así como del costado de Adán nació Eva, del costado de Cristo, el nuevo Adán, nace la Iglesia, la nueva Eva.
El agua y la sangre son los signos de los Sacramentos de la Iglesia: del Bautismo y de la Eucaristía, los dos pilares sobre los cuales giran y para los cuales existen los demás Sacramentos.

Del costado abierto de Jesús nace la Iglesia, su Esposa fecundada por el Espíritu, que está llamada a dar vida a la humanidad mediante la Palabra y los Sacramentos.

Pero ¿Cómo puedo comprender el dinamismo sacramental que viniendo de la Cruz del Señor vivo cada día?

En primer lugar me voy a referir al Sacramento del Orden, que fue instituido un día como hoy y que existe para la Eucaristía.. Por la Sangre derramada los Sacerdotes estamos llamados a ser signos del Amor del Dios. Hemos sido elegidos de entre los hombres “no por nuestros méritos, sino por su gran bondad” para ser administradores de su Gracia. Para ser “otro Cristo”. Para hacer que el Señor sea el Emmanuel, el Dios con nosotros y entre nosotros. El amor del Padre, significado y realizado en la Cruz del Hijo exige del Sacerdote fidelidad y entrega total. En este amor fiel se fundamenta el celibato sacerdotal, que sin ser esencial al Orden Sagrado, ayuda al Sacerdote a vivir sólo y todo para Dios. Sería injusto ofrecer a una esposa un amor dividido, un amor “a medias”. El celibato sacerdotal es un sí incondicional al Reino. Como Jesús el sacerdote es un apasionado por el Reino. Él lo demostró entregando su vida, nosotros intentamos imitarlo en medio de nuestras limitaciones.

Del costado abierto también nació el sacramento del Matrimonio, signo del amor de Cristo por su esposa la Iglesia como nos enseña san Pablo. En el matrimonio cada cónyuge es “vicario de Cristo” para el otro. El encuentro esponsal, siempre abierto a la fecundidad, es signo de la entrega de Cristo: un matrimonio donde reina el amor mutuo, entregado, generoso, fecundo, abierto a la vida y a la paternidad responsable que se extiende en una paternidad universal a imagen de la paternidad divina.

Durante la última cena, Jesús les promete a los discípulos otro Intercesor, que permanecerá siempre con nosotros. Es el Espíritu Santo. El Don más apreciable de todos los dones, el Don en sí mismo, el que hace nueva todas las cosas y habita en nosotros. Del costado abierto de Jesús nació la Confirmación, la plenitud de la efusión del Espíritu en nosotros, que nos hace miembros plenos de la Iglesia para el testimonio y la misión.

Del costado abierto de Jesús, se derrama el óleo de la sanación del cuerpo y del alma. Ese divino consuelo que nos llega cuando estamos débiles a causa de la falta de salud o de la ancianidad. Con la Unción de los Enfermos somos reconfortados y fortalecidos para poder llevar la Cruz del Señor en el dolor. Se nos perdonan los pecados que hayamos cometido y si Dios así lo quiere se cura el cuerpo. De todos modos siempre nos prepara para el abrazo final del último día.

Y del costado abierto del Redentor se derrama sobre nosotros la misericordia de Dios que perdona los pecados de los que nos confesamos culpables ante un Sacerdote y se nos devuelve la Gracia perdida.

Finalmente hermanos, la lectura del texto de Juan nos da una prueba más del misterio de la Encarnación del Verbo: Jesús actúa como un hombre verdadero, al reunir a sus más cercanos para despedirse, como lo hacemos cualquiera de nosotros y con ellos sufre la hora de la partida.

Demos gracias al Señor por su Amor. Por ese Amor que nace de su Cruz y del que nosotros, bautizados en Cristo, nos alimentamos y renovamos en cada Eucaristía.

¡Gracias Señor por tu Amor!!!



P. Juan Morre
Cura Párroco
San Pablo Ramos Mejía

21/4/2011

viernes, 25 de marzo de 2011

DÍA DEL NIÑO POR NACER

"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1)

EL día en el que recordamos la irrupción en el tiempo y la historia humana de Aquél que es eterno, la Iglesia y la humanidad ha querido recordar a los niños que aún no han visto la luz del mundo. Tanto es así que muchos países, entre ellos el nuestro, han instituido para esta fecha el día del niño por nacer. La concepción del Hijo de Dios en el seno purísimo de María, es una manifestación divina, una revelación de Dios acerca del inicio de la vida humana toda. Jesús también fue un embrión, un feto, un bebé, un niño.
Es paradigmático que muchos que se dicen "defensores de los derechos humanos" estén a favor del aborto. Esa actitud tan contradictoria pone de relieve su falta de (al menos y para decirlo con el respeto que le debemos a las personas)coherencia, lo que los transforma en personas poco creíbles y traicioneras.

Algunos dicen que un embrión no es aún un ser humano. Respondemos: "Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre, la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar"
Los asesinos de niños también usan como argumento la salud de la madre. Es decir, sostienen que en caso de estar en riesgo la vida de la madre, se justificaría el aborto.
Respondo: Seguramente la mayoría de los que leen este artículo son padres o desean serlo. A ellos les dejo esta pregunta: ¿si alguno de sus hijos estuviera en peligro, ustedes, vos papá, vos mamá, no estarían dispuestos a dar la vida por él? Creo que queda claro que cualquiera que se jacte de ser padre, derramaría hasta la última gota de su sangre por cualquiera de sus hijos, sin pensarlo. Por otra parte, y para ser más académico. No hay ninguna vida que valga más que otra. Nadie puede decidir quién debe vivir y quién debe morir. Por lo tanto en una situación límite como esa, el médico debe intentar salvar a los dos, sin elegir a ninguno. Una vez que ha hecho todo lo posible, si alguno muere, no es por la decisión de ningún ser humano. De ese modo la muerte no es algo directamente buscado, sino la consecuencia natural de efectos no deseados (como cuando nos enfermamos o tenemos un accidente, nadie lo desea pero sucede)

Los abortistas (llamemos a las cosas por su nombre) suelen decir que quienes defendemos la vida del no nacido, lo hacemos por convicciones religiosas que no podemos inculcar a los demás. En un punto no se equivocan. Claro que muchos defensores de la vida tenemos convicciones religiosas que no vamos a ocultar. Esas convicciones proceden de la fe en lo que Dios mismo nos ha revelado. Es decir conocemos la verdad por medio de la fe. Sin embargo hay verdades que pueden ser conocidas por la inteligencia humana. En esas verdades coinciden el creyente y el ateo. No necesito tener fe para saber la diferencia entre el bien y el mal, o darme cuenta que si es de día es porque nos ilumina el sol. En el caso de la vida pasa igual. No necesito tener fe para darme cuenta que la vida tiene un valor en sí misma y que no puede quedar al arbitrio de ninguna persona. Puedo usar la Escritura para demostrarlo, pero cuando debemos dialogar con el mundo increyente, nos basta con la inteligencia. No defiendo la vida sólo porque soy creyente, defiendo la vida porque soy humano.

Los genocidas actuales (muchos de ellos autoproclamados defensores de los derechos humanos)justifican el aborto en el caso de malformaciones o enfermedades congénitas. Respondo: A lo largo de la vida he conocido muchas personas con malformaciones o enfermedades que les han quitado la capacidad de desarrollarse como la mayoría de los demás seres humanos. Su presencia nos causa a veces ternura, otras compasión, otras mueven lo más solidario de nosotros mismos. Esas personas, entre quienes se encuentran familiares, amigos, conocidos, tienen tanto derecho a vivir como cualquiera de nosotros. Basta con visitar el Cotolengo Don Orione para darse cuenta del valor que tiene la vida de un ser humano, que a veces sólo respira, pero que es humano y merece vivir aún postrado e inconsciente. Invitaría yo a los genocidas de niños que le pregunten a un discapacitado qué piensa de la eliminación de un feto que tiene malformaciones.

En fin, la vida es un don inestimable. Y no la vida de quienes me conviene, sino la vida de todos. Es una realidad que no puede rebajarse a una ideología.
Los derechos humanos se basan en la dignidad de toda la persona y de todas las personas. Quién defiende la vida de un asesino, de un guerrillero, de un violador, hace muy bien. Pero que no se olvide que también vale la vida de ese ser pequeño, inocente, débil, que permanece totalmente confiado en el vientre de su madre y que nunca, por ninguna razón, puede ser considerado un injusto agresor.
Quien está a favor del aborto procurado, sepa que es un asesino, un genocida, y que comete un crimen de lesa humanidad y merece el mismo castigo que cualquiera que lleve ese rótulo.
Como ciudadanos argentinos, pensemos a quienes vamos a votar en las próximas elecciones. No nos dejemos llevar por planes económicos o discursos altisonantes. Miremos qué valor le dan a la vida desde la concepción hasta la muerte natural y durante su transcurso. Si se contradicen en un valor tan importante, no le confiemos nuestras vidas, porque como ya dije son traidores a la vida.
Mi madre ya no está en este mundo, pero hoy hablé con ella en la oración y le agradecí por dejarme crecer en su seno y darme la vida. Quienes la tengan viva, denle un beso, por haberlos dejado nacer y ser.

Hasta la próxima

sábado, 19 de febrero de 2011

LUZ DE MIS OJOS

“Todas las cosas han sido creadas por Él y para Él” (Col. 1, 16)

Colosas era una ciudad de Frigia, en el Asia Menor que estaba a unos 200 km de Éfeso y se había distinguido por su opulencia y esplendor, aunque en tiempos de san Pablo ya había perdido tal preponderancia. La Iglesia que allí vivía había sido fundada por Epafras, un discípulo de san Pablo (1,7), que se había convertido en Éfeso cuando conoció a san Pablo. La mayoría de la población de Colosas era de origen pagano.

La carta habría sido escrita por san Pablo durante su prisión en Roma. Allí lo visitó Epafras llevándole la preocupación por la invasión de ideas y doctrinas ajenas al cristianismo que sufría su comunidad. Algunos que se hacían llamar doctores, defendían las prácticas judías, distinguían entre alimentos puros e impuros y sobre todo interponían entre Dios y el hombre una jerarquía de ángeles mediadores en detrimento de la mediación única y verdadera que es la de Cristo.

La carta tiene dos partes, una dogmática (1,15-2,1,29) y una moral (Cap. 3 y 4)

El texto que hemos elegido corresponde a la parte dogmática.

¿Qué nos dice?

El versículo que hemos elegido pertenece al llamado himno cristológico que tiene su correlato en la carta a los Filipenses.
En Colosenses no sólo tiene en cuenta la acción salvífica de Cristo, como lo hace en Filipenses, sino que además hace referencia a su ser preexistente y creador.

La idea central del texto es que Cristo tienen primacía sobre todas las cosas, sea en el orden de la creación, sea en el orden de la salvación; todas las cosas, celestes y terrestres, tienen en Cristo su principio, su consistencia y su restauración; no hay nada ni el en cielo ni en la tierra anterior o superior a Él.

“Todo fue creado por Él”, Cristo es principio activo de la Creación. Ya en el libro de la Sabiduría se nos dice “por tu palabra hiciste todas las cosas” (9,1) y lo va a retomar san Juan en su prólogo “Por él se hizo todo y nada llegó a ser sin él” (1, 3) y Proverbios 8,22 “Yave me creó en los albores de su reino, antes que sus obras más antiguas”. Éste último texto hay que comprenderlo como una forma poética de explicar el lugar que ocupa la Sabiduría de Dios, no literalmente como creada por Dios.

“y para Él”, Cristo es el término final para quien todo se crea. Dios crea para su Hijo todas las cosas. Todas son suyas, le pertenecen.


Otros datos

La filosofía clásica, especialmente la de Platón, hablaba de un ser intermedio entre Dios y las creaturas a la que llamaba Demiurgo, una especie de plasmador de las ideas en las cosas. No era un ser creador sino plasmador y a su vez él mismo creado por Dios. Estos conceptos entraron luego en la filosofía cristiana a través de los neoplatónicos, que quisieron ver en Cristo a ese Demiurgo a quien llamaban “nous” inteligencia.

Por los datos que hemos mencionado más arriba, también los “maestros” que aparecieron en Colosas interponían seres espirituales, mediadores, lo cual podría llevarlos al error de considerar a Cristo como uno más de esos seres creados.

El Magisterio de la Iglesia

El Concilio de Nicea, en el año 325, estableció que “Cristo es consubstancial al Padre”,esto es de la misma naturaleza.

Este Concilio responde a una herejía de la época, llamada arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo al considerarlo como los neoplatónicos una creación de Dios.

El Concilio de Nicea nos dejó una parte del Credo que hoy rezamos en la Misa. “Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de lo visible e invisible, y en un solo señor, Jesucristo, el hijo de Dios, engendrado unigénito del Padre, es decir, de la misma naturaleza del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre, por el cual todas las cosas fueron hechas, las celestes y las terrestres, el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó y se hizo carne, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día. Y en el Espíritu Santo”

Para nuestra vida

Más allá de los conceptos filosóficos a nosotros nos debe importar el anuncio, el kerigma.
San Pablo nos anuncia que Cristo es Dios, el Hijo de Dios. El principio, centro y fin de toda la obra de Dios. Tanto la creadora como la redentora. No hay otro mediador en el cielo ni en la tierra. A Él se dirige nuestra mirada suplicante. “De Él somos, a Él pertenecemos”.

• Algunos pensarán que se trata de una cuestión semántica o de tecnicismos. Sin embargo la diferencia tiene una implicación fundamental en nuestra vida. “Si Cristo no es Dios no puede redimirnos” ¿Quién sería Él para perdonar nuestros pecados, si sólo Dios puede perdonar los pecados?
• Hemos salido de las manos de Cristo y a Él volvemos, porque a Él pertenecemos.
• Cristo debe ser el centro de nuestra vida y de nuestra historia personal y comunitaria.
• Nuestras obras deben ser continuación de las obras de Cristo para gloria de Dios


Nos queda considerar ¿qué me dice el texto? ¿Quién es Cristo para mí? ¿Tengo consciencia que Él me creó porque me eligió? ¿Soy consciente que le pertenezco todo a Él?
Esa es respuesta de cada uno en la oración personal.

Hasta la próxima

jueves, 13 de enero de 2011

Palabra y Vida

LUZ DE MIS OJOS

St 1, 22

“Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos”.

Este versículo corresponde a la Carta de Santiago. ¿quién era Santiago? En el Evangelio, aparecen dos Apóstoles con ese nombre. Uno es el hermano de Juan, hijo de Zebedeo (Mt.4,21). Herodes Agripa mandó matarlo en el año 42 o 43 (Hech. 12,2). Al leer la carta nos damos cuenta que el cristianismo estaba muy extendido cuando fue escrita, por lo cual tuvo que haber sido escrita mucho después, por lo cual debemos desechar a este Santiago como su autor.

El otro Santiago es el hijo de Alfeo (Mt. 10,6; Mc. 3,18 y par.) y hermano de Judas (Lc. 6,16) y es conocido como el Menor, hijo de María, parienta de la Santísima Virgen (Mc. 15,40) y mujer de Cleofás (Jn. 19,25),el cual según un autor llamado Hegesipo , fue hermano de San José. De allí que se lo llamara hermano del Señor (Gál. 1,9). Columna de la Iglesia (Gál. 2,9-12) fue jefe de la Iglesia de Jerusalén (hech. 12,17; 1,13; 21,18). En el año 50 estuvo presente en el Concilio de Jerusalén (Hech. 15, 11-17) y podría decirse que era partidario de los judaizantes.
Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio, San Jerónimo y otros Padres coinciden en afirmar que Santiago de Alfeo es el mismo que es llamado hermano del Señor. Según el historiador Flavio Josefo , murió mártir de la fe, arrojado desde el Templo hacia el año 62. Este Apóstol sería el autor de la Epístola.

Esta carta tiene la finalidad de instruir y exhortar a los primeros cristianos que necesitaban levantar su ánimo frente a las pruebas que les tocaban vivir, enseñándoles a perseverar en la fe y en la oración común.

Apartir del siglo I esta carta fue citada como canónica (divinamente revelada) por San Ignacio Mártir, San Plicarpo de Esmirna y luego por San Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría y Orígenes entre otros. Recién en el siglo XVI su canonicidad fue puesta en duda por Lutero y sus seguidores que la llamaron “epístola de paja” quitándola del elenco de las Sagradas Escrituras puesto que contradice su visión acerca de la justificación.
Es éste el tema más conocido y controversial de esta carta puesto que aparenta contradecir a San Pablo que afirma que “el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley” (Rm. 3,28) mientras que Santiago dice que “la fe sin las obras es estéril, está muerta” (2,28). La pregunta que queda es si la justificación viene por las obras o alcanza sólo con la fe. San Pablo quiere decir que el hombre se justifica por la fe en Jesucristo sin la circuncisión u obras de la Ley de Moisés. El mismo Pablo sostiene en la Carta a los Romanos que “Él dará a cada uno según sus obras: vida eterna a cuantos, perseverando en el bien obrar, buscan la gloria, el honor y la inmortalidad; pero ira e indignación a los contumaces que se rebelan contra la verdad y se someten al mal. Tribulación y angustia para cuantos obran la maldad, primero para el judío, luego para el gentil; pero gloria, honor y paz para todos cuantos obran el bien, primero para el judío, y luego para el gentil. En Dios no hay acepción de personas” (2,6-11)
Así interpretado no hay ninguna contradicción entre ambas afirmaciones.


Como hemos dicho en el siglo XVI Martín Lutero, monje agustino, negó la necesidad de las obras para justificarse, para salvarse. Su doctrina sostiene que la naturaleza humana ha quedado destruída por el pecado original y el hombre por tanto es incapaz de ninguna obra buena. Sólo la Gracia puede justificarlo. (De allí que niegue la veneración a los santos)


En el acuerdo entre católicos y luteranos sobre la justificación se afirma: “Confesamos conjuntamente: es sólo por la gracia por medio de la fe en la acción salvífica de Cristo,
y no sobre la base de nuestro mérito, que somos aceptados por Dios y que recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, nos habilita y nos llama a cumplir obras buenas”.

Esta declaración conjunta del año 1999 no podemos decir que haya disipado las diferencias totalmente, pero permite un piso fundamental para el diálogo ecuménico.


En el otro extemo de Lutero, se encontraba Pelagio un monje que vivió en el siglo IV y cuya doctrina sostenía que no era necesaria la Gracia para salvarnos, que bastaba con las buenas obras. Por ello para él el bautismo de los niños era necesario para entrar en el Reino de Dios pero no para alcanzar la vida eterna, ya que negaba la doctrina del pecado original.


Esta doctrina fue refutada entre otros por San Agustín de Hipona y San Jerónimo de Estridón y condenada por el Concilio de Cartago del año 418.

Ambas doctrinas, tanto la Luterna como la Pelagiana, tienen consecuencias muy serias para la vida del creyente, consecuencias que hacen que nuestra reflexión no sea algo meramente especulativo y extemporáneo sino que la hacen actual y práctica.

Si seguimos la teoría de Lutero el cristiano no está llamado a comprometerse con las realidades temporales (familia, política, economía, sociedad) y su vida tendría poco que ver con su fe, podría justificarse (no digo que lo hiciera Lutero o los luteranos) la “doble vida”.
Si seguimos a Pelagio, Dios queda fuera de la historia humana, no es necesario, el hombre se transformaría en el “super hombre”, sin necesidad de Dios (secularismo).

¿Fe u obras?

A veces los católicos podemos caer en los extremos. Una evangelización, una vida espiritual, basada sólo en la fe, lleva al pietismo. A una Iglesia encerrada en sí misma y en su culto.
Consecuencias:
- Una religiosidad privada sin incidencia en la vida cotidiana.
- Una doble perspectiva de la vida: la religión en la Iglesia y en el mundo una vida según la carne.
- Cristianos vistos como seres de otro planeta o al menos de otra época.

Una religión basada en las obras puede conducirnos al activismo, al moralismo y a la mera “asistencia social”.
Consecuencias:
- Iglesia considerada como una asociación caritativa más. Una especie de sociedad filantrópica. Sólo considerada por su acción social.
- Iglesia jueza de los actos humanos, sin fundamentos. Iglesia opositora de los avances científicos y costumbres modernas.
- Religión basada en el hacer.

Ambas doctrinas tienen un denominado común: Dios fuera del mundo. Uno lo encierra en la Iglesia en el corazón de cada uno. El otro directamente lo considera innecesario.

Es tiempo de que mostremos al mundo a Cristo y a su enseñanza. Ambas cosas van siempre unidas. Como dijimos antes: creer en Cristo y creerle a Cristo, ese es, me parece, el camino que nos marcó el Señor y la recta doctrina de la Iglesia.
Que la Palabra de Señor, ilumine toda nuestra vida y nos ayude a vivir como auténticos discípulos.


Para pensar

1. ¿Leo la Palabra?
2. ¿Escucho atentamente a Dios en la Liturgia?
3. ¿Dejo que la Palabra me cuestione o simplemente la “estudio”?
4. ¿Me miro en la Palabra o la utilizo para juzgar a los demás?



Juan Morre