sábado, 19 de febrero de 2011

LUZ DE MIS OJOS

“Todas las cosas han sido creadas por Él y para Él” (Col. 1, 16)

Colosas era una ciudad de Frigia, en el Asia Menor que estaba a unos 200 km de Éfeso y se había distinguido por su opulencia y esplendor, aunque en tiempos de san Pablo ya había perdido tal preponderancia. La Iglesia que allí vivía había sido fundada por Epafras, un discípulo de san Pablo (1,7), que se había convertido en Éfeso cuando conoció a san Pablo. La mayoría de la población de Colosas era de origen pagano.

La carta habría sido escrita por san Pablo durante su prisión en Roma. Allí lo visitó Epafras llevándole la preocupación por la invasión de ideas y doctrinas ajenas al cristianismo que sufría su comunidad. Algunos que se hacían llamar doctores, defendían las prácticas judías, distinguían entre alimentos puros e impuros y sobre todo interponían entre Dios y el hombre una jerarquía de ángeles mediadores en detrimento de la mediación única y verdadera que es la de Cristo.

La carta tiene dos partes, una dogmática (1,15-2,1,29) y una moral (Cap. 3 y 4)

El texto que hemos elegido corresponde a la parte dogmática.

¿Qué nos dice?

El versículo que hemos elegido pertenece al llamado himno cristológico que tiene su correlato en la carta a los Filipenses.
En Colosenses no sólo tiene en cuenta la acción salvífica de Cristo, como lo hace en Filipenses, sino que además hace referencia a su ser preexistente y creador.

La idea central del texto es que Cristo tienen primacía sobre todas las cosas, sea en el orden de la creación, sea en el orden de la salvación; todas las cosas, celestes y terrestres, tienen en Cristo su principio, su consistencia y su restauración; no hay nada ni el en cielo ni en la tierra anterior o superior a Él.

“Todo fue creado por Él”, Cristo es principio activo de la Creación. Ya en el libro de la Sabiduría se nos dice “por tu palabra hiciste todas las cosas” (9,1) y lo va a retomar san Juan en su prólogo “Por él se hizo todo y nada llegó a ser sin él” (1, 3) y Proverbios 8,22 “Yave me creó en los albores de su reino, antes que sus obras más antiguas”. Éste último texto hay que comprenderlo como una forma poética de explicar el lugar que ocupa la Sabiduría de Dios, no literalmente como creada por Dios.

“y para Él”, Cristo es el término final para quien todo se crea. Dios crea para su Hijo todas las cosas. Todas son suyas, le pertenecen.


Otros datos

La filosofía clásica, especialmente la de Platón, hablaba de un ser intermedio entre Dios y las creaturas a la que llamaba Demiurgo, una especie de plasmador de las ideas en las cosas. No era un ser creador sino plasmador y a su vez él mismo creado por Dios. Estos conceptos entraron luego en la filosofía cristiana a través de los neoplatónicos, que quisieron ver en Cristo a ese Demiurgo a quien llamaban “nous” inteligencia.

Por los datos que hemos mencionado más arriba, también los “maestros” que aparecieron en Colosas interponían seres espirituales, mediadores, lo cual podría llevarlos al error de considerar a Cristo como uno más de esos seres creados.

El Magisterio de la Iglesia

El Concilio de Nicea, en el año 325, estableció que “Cristo es consubstancial al Padre”,esto es de la misma naturaleza.

Este Concilio responde a una herejía de la época, llamada arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo al considerarlo como los neoplatónicos una creación de Dios.

El Concilio de Nicea nos dejó una parte del Credo que hoy rezamos en la Misa. “Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de lo visible e invisible, y en un solo señor, Jesucristo, el hijo de Dios, engendrado unigénito del Padre, es decir, de la misma naturaleza del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre, por el cual todas las cosas fueron hechas, las celestes y las terrestres, el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó y se hizo carne, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día. Y en el Espíritu Santo”

Para nuestra vida

Más allá de los conceptos filosóficos a nosotros nos debe importar el anuncio, el kerigma.
San Pablo nos anuncia que Cristo es Dios, el Hijo de Dios. El principio, centro y fin de toda la obra de Dios. Tanto la creadora como la redentora. No hay otro mediador en el cielo ni en la tierra. A Él se dirige nuestra mirada suplicante. “De Él somos, a Él pertenecemos”.

• Algunos pensarán que se trata de una cuestión semántica o de tecnicismos. Sin embargo la diferencia tiene una implicación fundamental en nuestra vida. “Si Cristo no es Dios no puede redimirnos” ¿Quién sería Él para perdonar nuestros pecados, si sólo Dios puede perdonar los pecados?
• Hemos salido de las manos de Cristo y a Él volvemos, porque a Él pertenecemos.
• Cristo debe ser el centro de nuestra vida y de nuestra historia personal y comunitaria.
• Nuestras obras deben ser continuación de las obras de Cristo para gloria de Dios


Nos queda considerar ¿qué me dice el texto? ¿Quién es Cristo para mí? ¿Tengo consciencia que Él me creó porque me eligió? ¿Soy consciente que le pertenezco todo a Él?
Esa es respuesta de cada uno en la oración personal.

Hasta la próxima